Pero, el “sucesor” del difunto expresidente nunca aceptará que la voluntad del pueblo hoy es otra. Ese pueblo que tanto manosea y por el que dice trabajar, ya no lo quiere gobernando. Por eso, no se atreve a medirse y hacer lo que cualquier demócrata, respetuoso de la Constitución, haría: acatar lo que establecen las leyes y permitir que ese pueblo que hace algún tiempo lo apoyó (porque así lo quiso el difunto), se exprese y lo remueva del cargo que se niega a soltar. Porque, después de las concentraciones que se dieron en Venezuela el miércoles 26 de octubre, en las que sin bolsas Clap, ni promesas de casas, ni ofertas de contratos con el Estado, miles de venezolanos, en todo el territorio nacional, tomaron de nuevo las calles para expresar la repugnancia que les causa este régimen saqueador.
Y Nicolás lo sabe. Por más que su círculo de aduladores le maquille las encuestas, retoque las fotos y modifique resultados. Nicolás sabe que perdería hasta las elecciones para ser el presidente de la Junta de Condominio de cualquier edificio de Misión Vivienda, de esos que en la fachada tienen los ojitos o la firma de Chávez, y que han terminado convertidos en unos barrios verticales, llenos de problemas. Sólo que ha sabido blindarse y rodearse de funcionarios de dudosa moral y ética, que disfrutan las bondades y beneficios de ser parte de esta vergonzosa revolución. Y por eso, Nicolás suelta la “perlita” de que no habrá Referendum y se va de paseo con Cilia, y su comitiva, a recorrer países que no lo esperaban con la excusa de los precios del petróleo. Luego, como quien incluye un destino de último minuto porque la chequera lo permite, decide que el Vaticano será otro paraíso turístico que incorporará en su tour, para imponerle su presencia al Papa Francisco, así como cuando te llegan a la casa –justo a la hora de la comida- invitados que no esperas. Y se larga del país, demostrándole a la Asamblea Nacional que él sale y entra de Venezuela cuando le da la gana y sin la autorización que, por ley, tendrían que concederle desde el hemiciclo. ¡Y cuidadito con chistar! Porque el TSJ, Jorge Rodríguez, Aristóbulo, Héctor Rodríguez y Diosdado solo esperan los chasquidos de los dedos del amo, para agredir y buscar las vías –violentas- que permitan la disolución de la Asamblea, electa por decisión popular.
Vuelve a ser la soberbia del neodictador la que se impone. Porque, el sistema de gobierno venezolano es eso: una neo dictadura que permite algunas cosas –como la marcha del miércoles 26 de octubre o la del 1 de septiembre- como para que los ojos del mundo vean –y crean- que se trata de un gobierno democrático; pero, que no pierde la oportunidad de reprimir, golpear, amedrentar o encarcelar a quienes, con un tono más alto y aguerrido, se atrevan a desafiarlo. Porque, a pesar del matiz pacífico de las manifestaciones, nunca faltan los Colectivos y motorizados –el verdadero cuerpo armado de la Revolución- para intimidar, reprimir y acorralar a los opositores del régimen.
¿A qué juega Nicolás? ¿Qué es lo que quiere detonar con sus decisiones y sus provocaciones? ¿Es el deber moral con su difunto padre Chávez el que no le permite actuar con apego a la Constitución? ¿No le queda suficientemente claro con la Toma de Venezuela que hay un sector mayoritario de la sociedad, al que no le importan las bolsas Clap -aun cuando las esté necesitando- que está dispuesto a poner el pecho y restearse hasta lo último con tal de acabar con esta pesadilla chavista?
No dudo que, dentro de los seguidores de Maduro, haya algunos que no vayan nariceados u obligados. Deben quedar unos cuantos que, inexplicablemente, todavía creen –después de casi 18 años- que el futuro del país está en la Revolución Socialista del Siglo XXI, a pesar de los resultados desastrosos de estos más de tres lustros que llevamos con ellos al poder. El balance, hasta la fecha, es que este régimen que prometía la igualdad social y la distribución equitativa de las riquezas, ha destruido al país y saqueado sus tesoros para beneficio propio, convirtiéndonos en la nación más corrupta del mundo. Por eso me cuesta creer que, en medio del hambre, la escasez, la pobreza y la inseguridad siga habiendo chavistas de base o nuevas generaciones deseosas de inscribirse en el PSUV. Sólo ellos, los saqueadores, los parásitos que tienen las riendas de la nación, pueden seguir fieles a esta ideología trasnochada, que ha hundido al país en la más profunda miseria. Pero, tarde o temprano –confío que más temprano que tarde- lograremos alzar el tapete, sacudirlo fuertemente y salir de la plaga que lo infecta.
@mingo_1