De nuevo volví a escuchar de un sobresaliente catedrático universitario del Derecho las razones formales que tiene para pensar que es innecesario ir a un proceso constituyente porque con la Constitución que ya tenemos, de acuerdo con su razonamiento formal, es mas que suficiente para resolver los graves problemas que tiene el país. Y los voy a sorprender con lo que esta vez concluí: ¡tiene razón! Y tienen razón todos aquellos que defienden, dentro del estricto sentido del Derecho, que si se siguiera el “librito”, Venezuela no tendría problemas, pero ¡los tiene!
Si el régimen hubiera respetado como está el espíritu mismo del Articulo 72 constitucional, Chávez hubiera sido revocado desde la primera recolección de firmas, antes siquiera de El Firmazo y El Reafirmazo, y estuviéramos muy pero muy lejos de la tragedia que hoy padecemos. Por supuesto que nuestro catedrático de marras tiene razón. Pero vamos presos igual.
Entonces ¿porque algunos todavía pensamos que si no cambiamos la Carta Magna seguiremos entrampados con el régimen y no saldremos de este estado de postración y retroceso económico y político? Porque el tema no está en simplemente cambiar una Constitución por otra, sino el fondo mismo de lo que ello implica. Va en el origen del porqué hacemos Constituciones para regular el comportamiento de una sociedad y en el porqué, luego de hacerlas, los pueblos no las respetan. Y en el caso venezolano, ¿porqué habríamos de respetar algo donde no hemos nunca, como sociedad, tenido arte ni parte en su conformación ni discusión? ¿Porque tendríamos que respetar un contrato en el que no nos vemos reflejados como sociedad, y que de paso no esta firmado por alguien que sintamos que legítimamente representa nuestros intereses? Difícilmente lo haríamos, ¿verdad?
Siempre he pensado que la constitución es algo demasiado serio para dejársela a los abogados. Por razones obvias esto no lo puede decir un abogado. Se echaría encima a sus colegas. Y es exactamente el mismo principio que una vez se aplicó a los militares con relación a la guerra: es demasiado seria para dejársela solo a ellos.
La Constitución es un texto que debe ser comprendido, estudiado y discutido a fondo por todos los habitantes de un país. No es solo materia de abogados, ni debe serlo. Es el contrato base que se hace para regular la vida de los ciudadanos y establece las reglas y los limites entre quienes gobiernan y quienes somos gobernados. Es en esencia un Pacto que si no se cumple hay como consecuencia anarquía y caos en una sociedad. ¿Les parece conocido?
La Constitución no es un mero librito para estudiantes de Derecho, es mas que eso. Cuando los habitantes de un país entienden el sustrato fundamental y la trascendencia de ese contrato, en ese mismo instante se convierten en ciudadanos. ¿Entienden ahora porque antes se les daba a los muchachos en el primer año de educación media una materia dedicada a la Constitución denominada “Moral y Cívica”? La sociedad venezolana olvidó los principios morales y ciudadanos sobre los que se sustentaba ese concepto.
Pero una sociedad a la que le impongan unas reglas, y menos aun a los venezolanos, cuyos ancestros atravesaron el continente a caballo para libertar cinco naciones, difícilmente cumplirá algo que no siente suyo ni que provino del fondo mismo de su sociedad.
La Constitución de 1999 fue el producto de la imposición de un vencedor, como lo han sido casi todas las Constituciones que hemos tenido en Venezuela, excepción hecha de la de nuestra fundación en 1811, producto de las mentes mas lúcidas y estudiadas de la época. Tal vez por eso nunca hemos tenido la estabilidad de muchas naciones y hemos saltado de Constitución en Constitución buscando algo que nunca encontraremos si esa Carta Magna no sale del seno mismo de una discusión a fondo de lo que somos como venezolanos y esta responda a los deseos y aspiraciones de los ciudadanos de todos y cada uno de los rincones de los cuatro puntos cardinales de este espectacular país.
La clave entonces es que ese Pacto se dé, y al darse cualquier texto constitucional que salga de él se respetará como una consecuencia natural. Y si ahora no se respeta es porque el Pacto fue malo, o no hubo tal Pacto como efectivamente ocurrió en 1999.
La situación del país trasciende de largo lo jurídico, y discúlpenme en la apreciación los distinguidos Magistrados y profesionales del Derecho. La institucionalidad se disolvió. Ya no hay Derecho ni reglas a las cuales seguir porque todas están destruidas. Hay que ir a los fundamentos mismos del porqué, cómo y para qué hacemos Constituciones. Estamos en la inviabilidad y la anarquía.
Es en estos momentos que la sociedad venezolana clama, necesita, requiere verdaderos conductores políticos, Estadistas, constructores de sociedad, con ideas precisas de qué hacer en estos momentos llenos de incertidumbre y desaliento. No es el momento elecciones, ni de reparto de cargos, ni de aspiraciones políticas, ni especialmente de administradores, que los hay de sobra en Venezuela. Venezuela necesita ahora constructores, los administradores vienen después. Por eso es que el momento es duro porque no hay manuales que digan como saldrán las personas que hacen falta. Es el momento Constituyente, como bien lo definiera Donnedieu de Vabres, en su obra L’Etat (París, 1971).
El problema, aparte de eliminar el tumor maligno que representa para nuestra sociedad un régimen como el de Nicolás Maduro, es ir a los fundamentos mismos del mal que nos aqueja desde hace siglos. Y la propuesta que algunos venezolanos hacemos es realizar la discusión del país que somos ahora y el que podemos ser, reuniendo a quienes nos representen legítimamente en el sentir de ese pueblo, pero fuera de la institucionalidad destruida del país, en una Asamblea Nacional Constituyente de carácter Originario.
El hecho mismo de reencontrarnos todos, revisar propuestas, volviendo al origen de nuestra nacionalidad, y decidiendo el país que queremos para nuestras próximas generaciones, hace inmediata una reconciliación, y por lo tanto logrará otro Pacto que esté verdaderamente consustanciado con ese país. Es en el seno de esa reunión donde queremos plantear nuestro Proyecto País Venezuela.
Creemos que solamente así podremos tener un Pacto sólido que tenga un sello de perdurabilidad, estampado en un texto que respetemos todos los que vivimos en esta Tierra de Gracia, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Habremos construido, por fin, el milagro de tener desde nuestra fundación como pueblo, una Constitución para todos.
Caracas, 16 de Noviembre de 2016
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