Hay silencios muy ruidosos. Y uno de ellos es el que asumió el presidente venezolano Nicolás Maduro para no hablar del escándalo que protagonizan sus sobrinos al ser declarados culpables de narcotráfico por una corte de Nueva York mientras insulta a sus enemigos opositores amenazándolos con demandarlos por “locos”.
Por Ludmila Vinogradoff para ABC
Ya es habitual que el sucesor de Hugo Chávez insulte y amenace a sus adversarios al igual que lo hacía su padre político. E incluso se permite superarlo en los decibeles pero careciendo de su carisma y el apoyo popular del que gozaba su antecesor.
La crispación en Venezuela ha alcanzado niveles de locura. Los presidentes del Ejecutivo y el Legislativo se han hecho mutuas acusaciones de ser supuestos “locos” y lanzado amenazas para demandarse por insania mental. No obstante, la pareja presidencial ha hecho mutis sobre el escándalo de sus sobrinos que han sido condenados por narcotráfico en los EEUU.
Los también denominados “narcosobrinos” de Nicolás Maduro y su mujer y diputada Cilia Flores: Efraín Antonio Campos Flores y Franki Francisco Flores de Freitas, de 30 y 31 años, esperan por su condena tras haber sido declarados culpables por conspirar en el tráfico de drogas de 800 kilos de cocaína, la que iba a ser transportada desde Venezuela hacia los EEUU vía Honduras.
El proceso penal tuvo lugar en la corte del Distrito sur de Nueva York el viernes pasado. Los sobrinos fueron capturados con pasaporte diplomático venezolano por la DEA en Puerto Príncipe, Haití. La condena en prisión puede llegar hasta la cadena perpetua.
Los líderes de la oposición como el gobernador Henrique Capriles y el diputado Julio Montilla han planteado investigar a la pareja presidencial por el caso de sus sobrinos en la Asamblea Nacional. Maduro tiene pendiente un juicio político en el parlamento por su responsabilidad en la crisis que padece elpaís.
“El primer interesado en que todas las posibles implicaciones de este caso, que salpiquen a la maquinaria del Estado, queden resueltas, aclaradas, debería ser el Estado mismo”, indicó Jesús “Chúo” Torrealba, para quien no se trata de un ataque a una familia, ni de un “chisme”, sino de un hecho probado ante un tribunal competente.
“Esas dos personas tuvieron declaraciones a lo largo de este proceso que pudiesen implicar, que pudiesen salpicar, a estructuras del Estado venezolano. Eso tiene que ser investigado por una administración de justicia y por un país que aborde este tema sin miedo”, insistió el secretario ejecutivo de la Unidad Democrática.
Todos los dirigentes de la oposición han pedido que el presidente Maduro se pronuncie sobre el caso de sus sobrinos pero ha guardado un total hermetismo. Sin embargo, el mandatario no ha parado de insultar a los opositores y bailar salsa en sus dos programas televisivos “En contacto con Maduro” y “así es la salsa”, elevando la indignación de los venezolanos por el tono de burla y cinismo con que emite la transmisión en cadena oficial mientras el país se cae a pedazos.
Maduro reclamó a la oposición que lo respete. Lanzó insultos contra Henry Ramos Allup y el alcalde de Sucre, Carlos Ocariz. “Este viejo está loco, pero loco de bolas”, dijo al referirse al presidente del Parlamento. Mientras que al alcalde del municipio Sucre y representante de Primero Justicia en la mesa de diálogo lo llamó inmaduro: “¡Ocariz, cumple mijo! Que tú cambies no depende de mí pero tú sí puedes”, señaló el mandatario.
Por su lado Ramos Allup dijo que Maduro “sueña conmigo todos los días” y “me ha convertido en la obsesión del Jefe de Estado. No hay acto, evento, cadena de radio y televisión que no se refiera a mi persona”.
“Es decir que me van a demandar y que porque estoy loco, el loco es otro”, dijo Ramos Allup. “Un loco peligroso que además de robar, de violar la Constitución, de haber ejercido el peor Gobierno que empezó su mentor, le ha robado la comida a la gente, a los niños y a la mujer, la medicina a los enfermos y la seguridad a los ciudadanos”, destacó.
Así, Maduro insulta y carga contra sus adversarios para desviar la atención y silenciar el escándalo de sus sobrinos, una estrategia que le ha dado buenos resultados para mantenerse a flote mientras su propio pantano lo va sumergiendo.