Venezuela no va a ninguna parte con este modelo político, económico y social que pretende dirigir el señor presidente de la república, que tiene sus antecedentes en el expresidente fallecido y que ha sometido al pueblo a una situación realmente dramática que requiere que demos algunos números para que la dimensionemos adecuadamente. Más de 23 millones de venezolanos come una o dos veces al día. Más de 10 millones de compatriotas no ingieren ninguna fuente de proteína animal, es decir, no comen carne, ni pollo, ni pescado, ni huevos, ni toman leche. Cerca de 5 millones de venezolanos rompen bolsas de basura a ver que consiguen para ingerir.
Acabamos de recibir una encuesta realizada en nuestro estado Zulia que refleja datos alarmantes: 92.2% de los zulianos considera que la situación del Zulia es regular hacia mala, mala o muy mala; 79.5% de los encuestados considera que el desabastecimiento y la escasez es uno de los tres problemas más importantes que sufrimos; 71.9% piensa lo propio de la inseguridad y del incremento de la delincuencia; 78.4% reconoce que en su casa se come una o dos veces al día. Estos datos reflejan una realidad que pega en nuestros hogares y que descalifica a este gobierno como el primer causante de esta crisis innecesaria.
Toda esta anormalidad ha llevado al pueblo a exigir una solución electoral que ha sido reiteradamente boicoteada por el gobierno, para quien el pueblo era importante cuando recibía de él su apoyo, pero hoy que más del 80% del país clama por un cambio, ya no es importante para el régimen hacer todas las elecciones de las que se ufanaba. En medio de esta crisis, nos hemos sentado a la mesa del diálogo. ¿Que ha sido difícil para la Unidad Democrática sentarse a esa mesa? Sin duda lo ha sido y hemos estado llenos de fallas, especialmente comunicacionales, incomprensiones y a veces malas intensiones. Pero indudablemente ha sido más difícil para el mismo gobierno haber tenido que participar en esa mesa. La sola participación es una muestra de debilidad para un gobierno que, en situaciones normales, nunca hubiera estado dispuesto a hacerlo. Y por esa razón percibo hoy a quienes lo dirigen, especialmente a Maduro, tratando de lograr que nos levantemos para culparnos del fracaso al que ellos aspiran.
El discurso lo dice todo. Maduro y algunos personajes del gobierno y del partido, profieren amenazas y ofensas cada vez más agresivas en contra de quienes tienen roles de liderazgo en la unidad democrática. Cada vez que escuchamos algunos de esos discursos, detectamos con facilidad el interés de implosionar la mesa de diálogo. Si a eso agregamos las variadas sentencias de la Sala Constitucional, posteriores a los acuerdos suscritos por ambas partes, ratificamos el interés subyacente en todo este tipo de señales. Pero eso no es todo. El gobierno tiene la responsabilidad de cumplir con los acuerdos que suscribió el día 12 de noviembre. Diez días después, poco se ha operativizado y nadie duda que ese incumplimiento se deba a la misma necesidad de acabar con el diálogo en el que nos hemos limitado a exigir que se cumpla con el texto constitucional.
Así que claros en las intenciones presidenciales, es necesario que desde la Unidad Democrática sigamos luchando, ahora por exigir el cumplimiento de los acuerdos y simultáneamente en la calle, en la Asamblea y en los organismos internacionales, por lograr esa solución electoral que clama el pueblo de Venezuela. No dudo al afirmar que este gobierno no tiene salvación. No va a poder Maduro imponer sus intensiones de mantenerse en el poder, mientras haya un pueblo y una dirigencia totalmente resteados. Hagamos ahora el censo a ver quienes estamos exigiendo esa solución electoral y llevemos esa información a la reunión del 6D para seguir presionando las elecciones que incluyan la presidencia de la república.