Hoy celebramos el primer Domingo de Adviento y por consiguiente comenzamos un nuevo año de de la Iglesia.
El Adviento es el tiempo especial y alegre que nos prepara para la celebración de la Navidad de Jesucristo, el Señor.
Con el Adviento comienza también a pregonarse el mensaje bíblico que nos llama y nos invita a renovarnos en la fe cristiana para la espera del Mesías, que nacerá en Belén de Judea.
Es Dios mismo quien nos invita al Adviento y somos nosotros quienes debemos responder al llamado de su voz.
Los Textos bíblicos de éste Domingo, aunque nos parezca un poco extraño, no son tan cómodos a la lectura y tampoco a su escucha.
De allí que la palabra de Dios leída en la Santa Misa de hoy sea un exhorto a que nos mantengamos despiertos en la fe. Eso, por su puesto exige disponibilidad y constancia, lo cual no es posible sin el esfuerzo personal y comunitario de los creyentes.
Será la constancia de hombres, mujeres, jovenes y niños, la que permitirá que intentemos sacar provecho a este maravilloso tiempo cristiano y que no permitamos que se nos arrebate, con todo lo que en sí contiene, ya que, sin Adviento – sin preparación penitencial- la festividad de la Navidad pasará sin ser siquiera percibida.
El Adviento es también un tiempo de costumbres y tradiciones que se unen a él para hacer sentir al cristiano la „pre-alegría“ por la llegada de Cristo, Luz de la humanidad. De allí la ornamentación de los hogares con luces, villancicos y sabores que invitan al acercamiento mútuo de familiares y amigos entorno a la fe.
la Iglesia nos invita a comenzar ahora –hoy mismo- éste tiempo de cuatro semanas para que pongamos nuestra esperanza en Cristo, que viene a nuestro encuentro.
En un mundo civilizado en el que la enemistad y la guerra no deberían tener lugar – pero que lamentablemente sí lo tiene- se nos muestra el mensaje vivo y claro del profeta Isaías.
Se trata de una visión profética veterotestamentaria y de su anuncio que debió haber sido creído por el pueblo de Israel, agitado y aquejado por las guerras.
La oferta profética es la posibilidad de otro camino; la posibilidad de una decisión humilde y savia para escoger el camino de la paz.
El „futuro“ – aquello que nosotros esperamos- es entendido, generalmente por nosotros mismos, como aquello que todavía no podemos ver. Lo que podemos ver es lo que ya ha pasado y de lo cual tenemos experiencia, llámense éstas majestuosidades o ruinas de la vida pretérita.
Ciertamente, nosotros no vemos el futuro pero sí podamos imaginarlo, planificarlo y hasta llegar a hacerlo realidad.
En la litugia de la palabra de hoy, nos habla el Profeta Isaías del „futuro“ pero lo hace hablando en tiempo presente, cuando nos anuncia, en su mensaje al pueblo de Israel lo que, „ Sucederá al final de los tiempos“. Los Israelitas, sin enbargo están muy alejados de entender el mensaje profético de Isaías, jústamente por no creerlo.
Y es que el profeta Isaías habla en un contexto y ambiente, en el que el pueblo de Israel extraña el pasado frente a la situación presente.
Las Sagradas Escrituras conserva el recuerdo de los tiempos nobles del pueblo de Israel en el que gobernaban sus reyes. Pero la Bíblia critica también y abiertamente la corrupción de aquella época ejercida por quienes ostentaban el poder.
Finalmente se da el tiempo de los profetas, a través de los cuales Dios anuncia la promesa salvífica y finalmente viene el Mesías, Jesucristo, el Señor.
Adviento es el tiempo de la venida a la que llama Isaías.
Dios mismo se hará hombre y nos visitará, pero no a través del triunfo perecedero sino para brillar en las tinieblas y traernos su Luz vivificante y redentora.
Esa Luz, que brilla en las tinieblas es Jesús. Creer en su palabra con esperanza es querer conocerlo y querer hacerlo presente entre nosotros.