El Papa reza ante la Inmaculada por los niños abandonados y explotados

El Papa reza ante la Inmaculada por los niños abandonados y explotados

REUTERS/Alessandro Bianchi
REUTERS/Alessandro Bianchi

 

El papa Francisco acudió hoy a la céntrica plaza de España de Roma para venerar la imagen de la Inmaculada Concepción y, ante ella, pidió su intercesión “especialmente” por aquellos niños que son abandonados y explotados en el mundo.

“Te traigo, Madre, a los niños, especialmente a los que están solos, abandonados, y que por eso son engañados y explotados”, señaló en primer lugar durante una breve oración pronunciada a los pies de la imagen mariana y bajo la mirada de cientos de fieles.





Francisco, de pie sobre una alfombra, también recordó a las familias “que sacan adelante la vida y la sociedad con su compromiso cotidiano y discreto”, sobre todo a aquellas que, apuntó, “sufren por muchos problemas internos y externos”.

También dio voz a quienes han perdido el empleo o no logran encontrarlo y a aquellos trabajadores, “hombres y mujeres” que “por necesidad se esfuerzan en realizar un trabajo indigno”.

“Necesitamos tu mirada inmaculada para reencontrar la capacidad de mirar a las personas y a las cosas con respeto y reconocimiento, sin intereses egoístas e hipócritas”, consideró el pontífice.

Francisco llamó asimismo a “amar de forma gratuita sin segundas intenciones sino buscando el bien del otro, con simplicidad y sinceridad, renunciando a máscaras y trucos”.

En su oración, el papa argentino también animó a asistir con ternura a “los hermanos pobres, enfermos y despreciados” y a “levantar a quien se ha caído y a apoyar al que flaquea”.

“Necesitamos de tus pies inmaculados para caminar hacia quienes no saben dar el primer paso, para andar por los senderos de quien se ha perdido y para encontrar a las personas solas”, solicitó.

Por último se encomendó a la Virgen para que con su “constante ayuda” -dijo- impida que “cedamos ante el desanimo” y “nos comprometamos a fondo para renovarnos a nosotros mismos, a esta ciudad y al mundo entero”.

Acto seguido el papa permaneció orando en silencio durante varios minutos, no sin antes bendecir un centro con rosas blancas con una cinta blanca y amarilla -los colores de la bandera del Vaticano-, que fue transportada a los pies del monumento por dos guardias.

Después se entretuvo saludando a los fieles que abarrotaron la plaza y que le aclamaban al grito de “viva el papa”, bendiciendo a muchos niños así como a personas enfermas, discapacitados y ancianos en sillas de rueda.

El papa llegó a la plaza a bordo de un pequeño utilitario y fue recibido por otras autoridades como la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, con quien el pontífice intercambió unas breves palabras.

El monumento de la Inmaculada se sitúa frente a la fachada principal de la embajada de España ante la Santa Sede, a cuya balconada se asomaban numerosos invitados de la legación y ciudadanos españoles que residen en la capital italiana.

A las puertas del edificio atendía al pontífice una delegación encabezada por el embajador Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga, que junto a su esposa saludó a Bergoglio.

También participó en este acto el director del Gabinete de la presidencia del Gobierno de España, Jorge Moragas.

Durante toda esta jornada festiva, numerosos fieles e instituciones fueron realizando ofrendas florales a los pies de la columna de mármol sobre la que se encuentra la imagen de la Inmaculada, sufragada por los españoles en el siglo XIX.

Como dicta la tradición los primeros en hacerlo fueron los bomberos de Roma y, a primera hora de la mañana, su agente de mayor edad subió a lo alto de la columna de nueve metros para colocar una corona de flores blancas en el brazo derecho de la Virgen.

Concluido el acto en la plaza de España, el pontífice puso rumbo hacia la cercana basílica de Santa María la Mayor, donde rezó ante la imagen de la “Salus Populi Romani” (Protectora del Pueblo Romano), un icono bizantino del siglo XIII situado en la capilla Paulina de este templo papal.

Un gesto que realiza cada vez que lleva a cabo un viaje pastoral como muestra de agradecimiento a la Virgen.

La tradición papal de la ofrenda de flores se remonta a 1857, tres años después de la publicación de la bula “Ineffabilis Deus”, que estableció el dogma de la Concepción Inmaculada de la Virgen María, concebida sin pecado o mancha.

Pío “Nono” bendijo el monumento el 8 de septiembre de 1857 desde el balcón central de la embajada española ante la Santa Sede, cuya presencia da nombre a la plaza romana. EFE