Tanto Nadine Mahe des Portes como la rata se asustaron cuando ella pisó sin darse cuenta al roedor en su camino de regreso del trabajo en París.
Por JOHN LEICESTER, Associated Press
“Oí un terrible chillido”, dijo des Portes con un escalofrío. “Pensé que había pisado el juguete de un niño o algo así”.
Cuando la gente en París literalmente está tropezándose con ratas en la acera, está claro que la ciudad tiene un problema. Exterminadores profesionales con décadas de experiencia no pueden recordar infestaciones tan masivas como la que ahora ha obligado a cerrar parques en París, donde montones de ratas descaradamente se alimentan en plena luz del día, como si el lugar fuese suyo.
El viernes, el Ayuntamiento abrió uno de los parques cerrados, la plaza de la Tour Saint-Jacques a una cuadra del Sena, para mostrar a periodistas su nueva campaña anti ratas.
Los roedores están por todas partes, cruzando senderos, comiendo bajo arbustos y mucho más preocupados por las palomas con las que compiten por comida que por la gente que pasaba cerca o el ruido del tráfico matutino.
Desafortunadamente para los exterminadores, las ratas tampoco parecían interesadas en las trampas que les pusieron.
El guardaparques Patrick Lambin dijo que en la mañana solamente había encontrado un cadáver de rata.
Antes del cierre del parque en noviembre, ratas que buscaban comida colgaban de botes de basura como uvas y regularmente corrían por el área de niños, creando pánico, dijo.
Lambin sospecha que la infestación empeoró por parisinos y turistas que dejan comida para las palomas y, en particular, un desamparado que pasa todos los días con bolsas de pan viejo que toma de cafés locales.
“Las ratas se están beneficiando”, dice.
Las regulaciones de la Unión Europea sobre el arsenal de venenos y trampas que pueden ser usados contra ratas han complicado la tarea de la exterminación, dice Gilles Demodice, un exterminador municipal. Recuerda que solía poner las píldoras de veneno directamente en los nidos de rata y los sellaba. Pero esa técnica está prohibida ahora, lo que le obliga a dejar trampas plásticas entre los arbustos pero las ratas ignoran. AP