La Asamblea Nacional se instaló para el período 2017 -amenazada de nulidad-. Julio Andrés Borges Junyent, con sólida formación académica, buen político, organizado, constante y estratega, no obstante –según estudios de opinión- sin carisma ni simpatía popular se estrenó al frente del Poder Legislativo. Por cierto, justo antes de que iniciara su discurso, el Gobierno se encadeno. Demostrando necedad y majadería.
Al corriente de que la gran mayoría ciudadana sigue molesta, decepcionada, no es de extrañar la falta de referencia a la Mesa de la Unidad Democrática, los diputados de Amazonas, el silencio sobre la Mesa de Diálogo, el proceso de ratificación en el cargo de las rectoras del CNE que hizo la Sala Constitucional. Tampoco aludió el nombramiento de los llamados “magistrados chimbos” y sólo por un instante, subrayó el robo descarado del Referendo Revocatorio. Silencios que pueden entenderse debido al costo político que significaron esos fracasos.
El objetivo está claro, devolver la fe y la esperanza en el voto. Por ello Borges fue categórico, casi eufórico, al exclamar que “la Asamblea Nacional abre las puertas para que en Venezuela haya elecciones generales en todos los niveles y ramas del Poder Público, gobernadores, alcaldes, Presidente de la República y, ¿por qué no?, la Asamblea Nacional. ¡Que sea el pueblo el que decida!”
En un giro inesperado, pareció esbozar el carácter agresivo que podría proyectar el Parlamento frente al Gobierno de Maduro, que llevo la peor parte, al cual calificó sin tapujos ni medias tintas de “dictadura”. Inteligente inicio de Julio Andrés.
El receptor destacado fue el sector militar. La pregunta no es a quién sino ¿por qué ahora? En la historia democrática existe la máxima de que los militares son “los garantes de la soberanía y la Constitución”, que están amparados, por el voto popular. Una alocución que pretende rescatar la confianza del ciudadano en el derecho a elegir y la posibilidad de recuperarlo durante este año, que puede ser electoral, apelar a los militares con crónicas históricas entre el pasado y la fe, es inevitable.
Las alusiones a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana fueron reiteradas como nunca o pocas veces había osado un líder opositor: “No podemos generalizar, nuestro deber es ser justos. En un futuro gobierno revisaremos caso por caso para no permitir que una minoría en la Fuerza Armada, que se ha dedicado al narcotráfico y a la violación de los derechos humanos, dañe el honor del resto de los militares (…) Es obligatoria una nueva relación entre los civiles y la Fuerza Armada”. Y para que quedara más claro, agregó: “Nuestro mensaje a los miembros de la Fuerza Armada: recuerden su juramento porque hoy Dios y la patria se lo demandan”. Puntos sobre las íes de Julio Borges que merecieron respuesta de las FANB oficiales, retórica y simplista.
Loas para el novel Presidente, generalizar es equivocarse pero el diputado presidente fue cuidadoso, más bien cauteloso. Ciertamente no todos son y los que están, son una perniciosa minoría.
Frase para celebrar fue “nuestro reto es desmantelar a este Estado petrolero y corrupto, y construir una Venezuela productiva y de propietarios, con un gobierno al servicio de los más pobres”. Magnifica expresión, aspiración que hay que registrar, pero de poca probabilidad ejecutoria desde el Poder Legislativo, por tanto ilusoria y un buen deseo que debe ser señalado.
“Solo podemos vencer juntos a la dictadura, porque es imposible depender siempre de las promesas de salvación mesiánica. Aquí no hay nadie que pueda dar esta batalla solo”. Fue el mejor concepto pronunciado, una realidad esencial a la que los venezolanos debemos dar crédito y respaldar con fuerza. Olvidemos los politiqueros de oratoria y buen verbo, charlatanes, mentirosos y parlanchines que siempre, una y otra vez, nos llevarán al abismo como idiotas envilecidos, engañados, hipnotizados, es decir, como bobos. Demasiado hemos pagado y seguimos pagando por ello.
“En los próximos días aprobaremos la declaratoria de abandono de cargo del Presidente (…), Nicolás Maduro abandonó las funciones que le corresponden ejercer”. Aunque lo hagan no tendrá efecto jurídico y de inaplicable realización, en consecuencia, quedará como una promesa incumplida que se interpretará como una burla más por parte de la oposición a los ciudadanos. Una lástima, pero Julio Borges hizo lo correcto al poner ese compromiso porque lo que si tendrá, es consecuencia política.
La disertación fue prudente, distinguida, bien expresada, segura y muy sincera. Es un hombre sencillo, sin pretensiones, sus logros han sido a pulso y muchas veces a contracorriente; ¿se acuerdan de su claridad en la abstención parlamentaria?
Con expectativas se decretó este año legislativo como un lanzamiento contundente al rescate del derecho a elegir, enmarcado en la lucha política y social a partir de los proyectos de leyes, a pesar de los obstáculos que ha puesto y seguirá colocando el TSJ. Las palabras de Borges revelan claramente que, si algo no tiene, es miedo.
Interesante y novedoso fue el ofrecimiento de sesionar donde los ciudadanos sufren y padecen. La nueva legislatura llevará a desnudar aún más un modelo político cuyo fracaso es innegable y se refleja, precisamente, en esas áreas. En hospitales, zonas populares, cárceles, fábricas expropiadas, zonas agrícolas y comunidades donde se profundiza la incapacidad del oficialismo, confrontando a los diputados del PSUV con una realidad distinta a sus discursos demagogos y falsarios.
Si Julio Borges logra que esta propuesta se concrete y se diferencie su gestión frente al escenario de conflicto que caracterizó a 2016, fomentará la fortificación del Parlamento, la expansión de su partido y acrecentará la fuerza unitaria. Una táctica astuta, con o sin elecciones.
Desearle éxito a la nueva directiva de la Asamblea, es de rigor venezolano y querencia patria. Jugar al fracaso es estúpido, sería en perjuicio de todo el país. Proporcionar el beneficio de la duda es lo menos que hay que hacer.
La mayoría anhela con desesperación la recuperación del país, la democracia, su libertad, sus principios morales. Ejemplo que Julio Borges está obligado, al no permitir a su sombra corruptos, denunciados en los tribunales internacionales por violación de los derechos humanos, sinvergüenzas probados y comprobados refugiados en la oposición, dañan la imagen no sólo a la casa de las leyes, a la política decente como dedicación, al país honesto, a la dignidad de lo venezolano y a los partidos que les han dado cobijo, sino que son una bofetada a las buenas costumbres ciudadanas y desconocen el significado de la ética, que han dejado de lado a lo largo de sus vergonzosas carreras.
Julio Borges debe tener claro que con esta responsabilidad su propia historia adquiere nuevas facetas, para lo cual siempre vale más solo que mal acompañado.
@ArmandoMartini