Normalmente los fines de semana son espacios propicios para el descanso, la recreación y el sosiego. En nuestro país desde hace mucho dejaron de serlo. El pasado fin de semana no fue la excepción. Mientras el gobierno promovía los ejercicios militares denominados “Zamora 200” y Maduro presentaba la memoria y cuenta en un lugar no contemplado en la Constitución, el hampa hizo nuevamente de las suyas.
El pleno centro de Caracas, frente a la sede de la Asamblea Nacional, saquearon el Palacio de las Academias, los delincuentes intentaron llevarse hasta los aires acondicionados y se suponen que emplearon un camión para llevarse los objetos robados.
En Montalbán fueron secuestrados 18 niños y 3 adultos pertenecientes a un equipo de basquetbol. En Caricuao fue asesinado el conocido animador de televisión Arnaldo Albornoz y en Los Teques cuatro miembros de una familia. Eso fueron los sucesos más resaltantes acontecidos el fin de semana reciente.
Más de una veintena de planes de seguridad han resultado un estruendoso fracaso, las mal llamadas zonas de paz evidencian el desastre, la ciudadanía está cada vez más desprotegida e indefensa. La inseguridad, junto a la escasez y la inflación constituyen los más graves problemas que agobian el día a día de los venezolanos.
Maduro anuncia la decisión de reestructurar los operativos de la OLP, luego de algunos “percances”, no ofreció mayores detalles. La llamada Operación para la Liberación del Pueblo ha sido denunciada por las organizaciones de defensa de los derechos humanos, por realizar decenas ejecuciones extrajudiciales en los operativos efectuados en diversas zonas populares del país.
Nicolás también a “poner el énfasis en que son operaciones humanistas para liberar al pueblo y no para reprimirlo”. El humanismo está ausente de las ejecutorias del gobierno, al persistir en aplicar políticas que han traído la escasez de alimentos y medicinas, saturando el país de colas hasta para comprar pan, la grave crisis asistencial y hospitalaria, el irresistible costo de la vida que ha causado empobrecimiento general de la sociedad; no indica de ninguna manera, que se dispone de la sensibilidad humana y social que tanto se predica. Reinciden permanentemente en distanciar la palabra de los hechos.
No se trata de simples percances, son consecuencia de un modelo que se empeñan en imponer y que no conoció el éxito en ninguno de los países donde se pretendió implantar. Más grave aún es que se asume ese proyecto cuando ya había desaparecido en el lugar que lo emblematizó. El modelo soviético y sus versiones en Europa descalabraron estrepitosamente a fines de la década de los ochenta y principio de los noventa. El atraso y las versiones trasnochadas de algunos voceros del gobierno y del PSUV pareciera que ignoraran esa realidad. Como si al desconocerla, retomará su vigencia. Repiten las arcanas formas, las fraseología gastada y asumen como dogmas tesis ya superadas.
El cambio político que puede garantizar la superación de la crisis supone necesariamente el cambio del actual modelo, cambio al que los actuales gobernantes son reluctantes. La transformación necesaria requiere de un proyecto amplio, verdaderamente democrático, con independencia de poderes, descentralizado, con una economía mixta y reglas claras, que propicie la participación de los emprendedores y respeto pleno a la propiedad. Así y solo así, podremos avanzar por una ruta de progreso en paz.
Para lograr ese objetivo se hace necesario superar la incertidumbre y la confusión rescatar la confianza en la conducción, atender al menos dos exigencias inmediatas: recomponer la unidad y definir claramente una hoja de ruta constitucional, democrática y electoral que abra los cauces y desbroce el camino para alcanzar el cambio.