Algunos dirigentes opositores plantean como objetivo para este año la realización de unos comicios generales de todas las autoridades del Poder Ejecutivo y representantes populares ante los órganos deliberantes. Esto incluye, desde luego, al Presidente de la República.
De nuevo nuestros dirigentes vuelven a subestimar la capacidad manipuladora de Nicolás Maduro y a proponer metas inalcanzables. Las elecciones generales no están previstas en la Carta del 99. Para llevarlas adelante tendría que realizarse previamente una reforma constitucional, para lo cual habría que convocar un referendo aprobatorio, cuya fase inicialdebería ser sancionada por el TSJ. Toda una complicaciónretorcida, costosa e improbable. No queremos aprender de la amarga experiencia que significó la imposibilidad de lograr el referendo revocatorio propuesto en 2016. Si no se pudo materializar el RR-a pesar de estar señalado en el artículo 72 de la Constitución, de haber sido Hugo Chávez su creador y promotor, y de haberse sometido el propio caudillo a esa prueba en 2004-, mucho menos cristalizará una fórmula ni siquiera contemplada en la Carta Fundamental. Sería otra desilusión.
A Nicolás Maduro hay que imponerle la democracia y las elecciones con los instrumentos proporcionados por el pacto constitucional. No existe otra vía. El camino insurreccional conduciría al fracaso. No hay fuerza, ni es conveniente, paralizar el país bajo la consigna de ¡Elecciones generales ya! Entonces, qué queda.
Queda vincular las elecciones de gobernadores y alcaldes previstas para este año con la descentralización, la reforma institucional y política más importante de la segunda mitad del siglo XX en Venezuela. La descentralización surgió como una reivindicación de la provincia, recogida y potenciadapor la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado, Copre, a mediados de la década de los 80. Para los ciudadanos del interior se había convertido en un imperativo elegir sus propios gobernadores y alcaldes. Durante su fase inicial, ese cambio institucional tuvo efectos altamente positivos. Se renovó el liderazgo político nacional a partir de los nuevos rostros que fueron apareciendo y se elevó considerablemente la eficiencia de esas viejas instituciones que eran las gobernaciones en manos de las autoridades designadas por el poder central.
Este cambio fundamental fue revertido por el chavismo-madurismo. Con Nicolás Maduro, la provincia ha regresado a una condición aún peor que la existente antes deliniciodel proceso descentralizador. En la actualidad la provincia se encuentra marginada y empobrecida como nunca antes. La situación se explica por el modelo económico y por el centralismo y el presidencialismo, llevados hasta extremos antes desconocidos. Para la gente del interior resulta esencial volver a sentir que sus autoridades están comprometidas con sus estados y municipios. Esta labor de recuperación y relanzamiento de la descentralización no es sencilla en las actuales circunstancias. El régimen estructuró un esquema piramidal donde el poder se concentra en la cúpula. Desde Chávezse instaló una autocracia militarista retrógrada que les confiscó las competencias a los gobiernos subnacionales y acabó con la división vertical del poder dentro del Estado.
Aquí reside uno de los grandes retos de la oposición democrática: recuperar la importancia estratégica de la descentralización para democratizar el poder, redistribuirlo en todos los órganos del poder Ejecutivo y empoderar a los ciudadanos. El punto de partida de esa reconquista reside en las elecciones de gobernadores.
Existe la posibilidad de que el régimen pierda la inmensa mayoría de las gobernaciones y desconozca, por lo tanto, a los mandatarios de la oposición, tal como ocurrió con la Alcaldía Metropolitana. En una dictadura ese peligro siempre está presente. Sin embargo, la alternativa es peor: que la oposición se desentienda del destino de la provincia y permita que los nefastos gobernadores y alcaldes rojos sigan dejando que el interior languidezca en medio de la ruina y el abandono.
Levantar la bandera de las elecciones regionales este año despertará el ánimo de los sindicatos, gremios, federaciones, movimientos estudiantil, sociedad civil y partidos políticos, negados a aceptar que el centralismo comunista destruya las conquistas conseguidas en el pasado cercano.
Hay que obligar, Constitución en mano, a Maduro a convocar esos comicios. El plazo para elegir los gobernadores está vencido; para los alcaldes sólo faltan algunos meses. A Maduro hay que tenderle un cerco institucional avanzando desde la provincia hacia el centro. Sólo podrá negarse a convocar las votaciones si se declara dictador. Hay que obligarlo a que tome una decisión y entonces sabremos a qué atenernos.
@trinomarquezc.