Pueden haber elecciones en dictadura, pero no puede haber democracia donde la gente pierde el derecho a elegir. No es un simple juego de palabras, los regímenes autoritarios de hoy le han dado un nuevo matiz al modelo de dictadura clásica del siglo XX. Pudiéramos decir que se han renovado dentro de todo lo arcaico que por naturaleza representan y lo han hecho usando las garantías y libertades que la misma democracia ofrece.
A diferencia de hace sesenta años, en la actualidad no es posible aislarse completamente del mundo. Además, dependiendo del grado de megalomanía del dictador, muchas veces será más importante la opinión que de él tienen en exterior que la que se deja escuchar en su propio país. Por eso vemos la tendencia de invertir tanto en poderosos lobbies en organismos multilaterales, por eso compran lealtades y silencios en exterior. Se llama delirios de grandeza, esperan convertirse en objeto de culto y adoración, en dioses sin ser inmortales.
En sus orígenes, las neo-dictaduras cuentan con gran respaldo popular, por eso adoptan la vía plebiscitaria, habrá elecciones cuando toca y si no toca las inventan. La idea es revestirse de legitimidad de origen y construir un relato victorioso alrededor del líder único: nadie le gana, nadie lo derrota, la gente lo ama. Es un proceso que va a la par de la restricción paulatina de derechos y el desmantelamiento del Estado.
Cuando desde adentro la oposición prende las alarmas y las pocas voces que se atreven a denunciar desde el exterior se levantan, siempre la respuesta será: Aquí se vota y eso no pasa en dictadura.
Hasta cierto punto dejan que la gente se exprese, pero escogiendo selectivamente casos ejemplarizantes, como diciéndole a todos ¡Cuidado con lo que dices, puedes ser el próximo! Y así pasa básicamente en todos los ámbitos de la sociedad, si los apoyas te irá bien, si los enfrentas te ganas tu cupo en la cárcel.
Hay que tener algo muy claro, mientras más débiles, más se acercarán al concepto clásico de dictadura. Aumentará la presencia militar en las funciones de gobierno y de control social, permitirán cada vez menos la crítica, suplantando la realidad por la propaganda y eligiendo su propia oposición política, inhabilitando y persiguiendo al resto.
Finalmente, cuando se han hecho del poder absoluto, han dinamitado las instituciones y las han colocado al servicio del caudillo, cierran el círculo. Pasan a la etapa donde medirse solo es una opción cuando se creen populares y si ese momento no llega, sencillamente no hacen más elecciones.
Realidad conocida o no, el resultado puede depender en muchos casos de los ciudadanos, solo basta ver cómo hasta los más poderosos se han desmoronado frente a la unidad y determinación de sus pueblos.
Brian Fincheltub
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