Néstor lleva ocho años postrado en una cama. Para no aburrirse tanto pide una radio y también unas galletas. “Dan poca comida”, susurra sin que lo oiga la enfermera.
Por: Daniel García Marco / BBC Mundo
Néstor vive en el hogar de ancianos San Onofre de Los Teques, a 45 minutos de Caracas en auto, junto a otra decena de abuelos.
Las residencias de ancianos no escapan de la situación de Venezuela, con falta de alimentos y productos básicos y con graves carencias en hospitales y centros médicos.
“Hay mucha escasez. Es muy difícil conseguir comida incluso para uno. Les seguimos dando su arepa, arroz, pasta, pero menos”, me dice Franci, la encargada del hogar.
Luis Francisco Cabezas, que trabaja para la ONG Convite, ha traído ese día a la casa latas de tomate, de sardinas y de lentejas.
Hace unos meses ya le consiguió un colchón especial a Néstor, que sólo tiene movilidad en sus manos para agarrar una delgada varilla de madera y rascarse la cabeza, y para orinar en la botella de plástico que ubica luego en el hueco que forman sus piernas, delgadas, arqueadas, rígidas y paralizadas por una extraña enfermedad.
“Los ancianos son los grandes olvidados de la crisis”, afirma Cabezas, que inmediatamente publica para sus casi 18.000 seguidores de twitter un video en el que pide que donen la radio portátil que necesita Néstor. De esta forma consigue también medicinas y alimentos.
Para continuar leyendo el artículo completo pulse aquí