Venezuela está sufriendo los embates de la crisis más severa que la nación haya padecido durante toda su historia como república. Es una crisis política, económica, cultural, psicológica y también social, que ha empezado a romper y destruir el propio tejido social; lo cual se ha convertido en una situación catastrófica y considerablemente devastadora.
Es innegable que el Gobierno del presidente Maduro no está en la disposición política, moral e intelectual de tomar el conjunto de medidas obligatorias para afrontar esta amenazante circunstancias; la cual indudablemente, ha sido originada por su incompetencia, su ceguera ideológica, el extravío y la confusión ideológica, y también por la permisiva extensión de la corrupción a lo largo de su gobierno y la negación de la realidad actual.
De acuerdo a los pronósticos del Fondo Monetario Internacional, la in ación venezolana tocará 2.000 % en 2017, además se contraerá la actividad económica en 4,5 puntos y el desempleo estará en 20 %. Pero el panorama nanciero también estará signado por un presupuesto de gasto anual desconocido y la incertidumbre en el alza en los precios del petróleo.
Esta situación conducirá lo que los analistas han denominado como un agravamiento mayor de la crisis económica y una insuficiencia fiscal para el mantenimiento del Gobierno. El entorno así planteado podría ocasionar una consecuencia social que se traduciría en mayores niveles de conflictividad, protesta, y malestar social.
Como resultado de esta situación, obviamente es necesario que los actores sociales, tales como los partidos políticos y la sociedad civil, tengan la responsabilidad de proponer vías y opciones que tiendan a plantear las soluciones políticas y socioeconómico imprescindibles para llevar adelante una lucha sin cuartel contra la crisis. Y, desde allí, conducir la sociedad y en especial la economía, por el camino del desarrollo y la prosperidad, ecuánime y e ciente, construyendo una Venezuela productiva incorruptible.
Puesto que, el gobierno de turno quiere insistir y persistir en la estrategia errada, encubierta bajo el discernimiento de la vía socialista del siglo XXI, para el desarrollo, se impone estudiar y considerar cuáles son las vías alternativas más adecuadas para producir, en un lapso razonable, un cambio en la conducción del estado que abra el espacio para un nuevo gobierno democrático y participativo. Por supuesto, que estas vías han de ser constitucionales, pacíficas, democráticas y avalada y respaldada con transparencia por la libre y soberana voluntad del pueblo.
Dr. Manuel Ocando.