Subió la Unidad Tributaria pero, ¿y eso de qué nos sirve? ¿Cómo llenamos el carrito del supermercado, que hace ya bastante tiempo no sabe lo que es sufrir de sobrepeso? Si con esta decisión, una vez más, improvisada de quien se hace llamar el Presidente de la nación, es simplemente otro duro golpe a la empresa privada. Una cachetada a los pequeños y medianos empleadores que no están en la posibilidad de costear el nuevo monto del ticket de alimentación.
Venezuela es el único país del mundo, en el que el bono de alimentación casi triplica al sueldo mínimo y que frente a la inflación se convierte en sal y agua, porque si lo comparamos con los precios que manejan los bachaqueros a duras penas alcanza para hacer un par de comidas al día, máximo por una o dos semanas, dependiendo de la relación nucleo familiar / cantidad de integrantes de la familia que trabajan y colaboran con la compra.
Ellos se quejan de la IV República, de lo que fueron esos tiempos de bonanza. Sí, de bonanza. Tiempos en los que ir al mercado y a la farmacia eran un placer para las amas de casa. En los que la variedad de productos y la posibilidad de encontrarlos todos en un mismo lugar y a un precio, verdaderamente, justo era normal. Ahora las madres tienen que dormir en largas colas para poder comprar algo qué llevar a sus mesas, pagarlos con sobreprecio y a acostumbrarse al ‘esto es lo que hay’. Y rogar a Dios y a todos los santos que el chamo no se les enferme, porque conseguir un medicamento se convertiría en un Viacrucis sin ser Semana Santa.
Ningún venezolano merece vivir así. No estamos hechos para que el producto de nuestro trabajo no nos alcance ni para comer. Merecemos un país de oportunidades, que tenga futuro y en el que se pueda progresar. Pero cuando se toman decisiones como las del aumento de la Unidad Tributaria juegan con nuestro bolsillo, con nuestras necesidades y con las poquísimas oportunidades que tenemos, no de solucionar sino de solventar la situación, a la que poco a poco nos hemos acostumbrado.
Le pedimos a Nicolás Maduro que se ponga en los zapatos del venezolano. Señor, salga a la calle, o mande a sus escoltas, a que recorran el país y conozcan, desde las colas donde se vive la realidad del venezolano, la situación por la que estamos pasando. Escuchen al pueblo, deje la sordera, el pueblo habla claro y firme. El pueblo sabe lo que quiere y necesita. ¿Usted lo sabe señor Maduro? Nunca es tarde para recapacitar.