Desesperanza. La palabra tiene un significado bastante similar a desencanto. Es una extraña certeza que tiene su asidero en la mente humana, según la cual resulta imposible pensar en poder transformar la realidad. También es un estado en el cual el individuo se percibe indefenso, y piensa que no puede ejercer control sobre su ambiente, o que sus acciones siempre conducirán a resultados infructuosos. Mayormente esta condición se encuentra asociada a la falta de motivación y a la resignación; y es conocida como una enfermedad contraída no sólo por personas, sino también por las sociedades en general.
Siendo un asunto de interés común para la Psicología Social y la Ciencia Política, diversos estudios sobre la desesperanza y su influencia en el comportamiento de la sociedadeshan permitido comprender cómo determinados regímenes de carácter autoritario hacen un uso estratégico de ella, para establecer condiciones que permitan lograr un verdadero control social, buscando generar pasividad en la ciudadanía y desmovilizar a sectores opositores. El principio justificativo de fondo que sustentó la aplicación de esta estrategia,por ciertos dictadores en la historia política de algunos Estados, fueprecisamente el de estimular el desaliento, para minar la confianza y acabar con la esperanza de las personas en que las circunstancias pudiesen mejorar, a fin de asegurar la dominación de sus territorios y la obediencia de sus súbditos. Pero, lamentablemente, todavía en la contemporaneidad sigue siendo el extraño mecanismo predilecto al cual algunos gobiernos recurren,para asegurar su permanencia en el poder.
Cuando observamos el estado actual de nuestro país, y el comportamiento de su clase política gobernante, es imposible evitar sentir desesperanza. A diario somos testigos del asedio constante al cual es sometida nuestra sociedad, por un gobierno irresponsable que restringe nuestros derechos elementales, suspende elecciones, devalúa la moneda y trata de imponer su ideología como pensamiento único, intimidando, censurando, y persiguiendo sin ningún tipo de atrición. Un gobierno que hoy está envuelto en graves escándalos de narcotráfico, peroque sigue infelizmente tratando de mostrarse intocable ante la justicia y demás instituciones del país, porque su más grande plan es generar desesperanza.
Si.Evidentementea Nicolás Maduro le interesa una sociedad desesperanzada,ciudadanospasivos, desinteresados y resignados, porque soncondiciones necesarias para asegurar suproyecto político y su dominio.La idea de hacer sentir a la sociedad impotente para cambiar su realidad, donde los problemas persisten sin una solución oportuna, o cuando el pueblo asfixiado marcha y protesta a diario por la inseguridad, obtención de medicinas, o por comida, pero es ignorado, perseguido, y son neutralizados sus representantes y las instituciones autónomas encargadas de velar por la garantía de esos derechos; todo ello no es casual, sino que responde a un motivo ignominioso. La intenciónde este gobierno es convencer a la sociedad venezolana –sea por obstrucción de las vías legales, o por su retrógrado discurso ideológico de cartón-de que no hay mucho por hacer para mejorarnuestra realidad. De ahí la necesidad de diseñar una estrategia defensiva que sirva para bloquear esas ideas.
Al respecto, la MUD ha comenzado con buen pie. Su transformación es un gran paso y una extraordinaria demostración de voluntad política para recuperar fortaleza y su capacidad para canalizar intereses. Pero todavía hay un trabajo político, social y cultural pendiente, en la comunidad política, que debe resolverse: la situación de incomprensión de la verdadera idea de la democracia y la fatiga civil imperante;e identificar otras fuentes de desencanto, para consolidar los lazos sociales y así poder reconstruir la idea de país que todos acariciamos.
En efecto, el desencanto político no sólo es resultado de la incapacidad de resolver necesidades básicas en la sociedad, sino de falta de liderazgo y capacidad de los partidospolíticos para generar resultados óptimos; o también de la tradicional forma de hacer política que históricamente ha construido un discurso a partir de la presentación de soluciones mágicas, en las cuales se recurre a la idea del hombre, o la mujer necesaria, para resolver de forma inmediata todos nuestros problemas. Esa práctica no sólo ha creado falsas expectativas, sino que también nos ha impedido poder alcanzar madurez política como sociedad. Empezar por abandonar ese viejo patrón, reconocer la verdadera función de la Política, como actividad esperanzadora, y el ser conscientes de nuestro papel en la reconstrucción democrática junto con los demás ciudadanos, debe ser nuestra principal bitácora. Esa es nuestra única salida.