Diosdado Cabello no esconde la personalidad de un delincuente que se hizo del poder en Venezuela. Su comportamiento público se caracteriza por exhibir el temperamento de un mafioso perdonavidas. En el programa de televisión que transmite irregularmente VTV, se presenta como una especie de moralista con la capacidad de someter a su muy personal juicio, todo lo que le moleste o que amenace su permanencia en el poder.
La primera pregunta que uno se hace es en virtud de qué este señor usufructúa espacio televisivo en la televisora nacional. Es evidente que Cabello usa este programa para hacer política a favor del partido al que pertenece y muchas veces en beneficio propio cuando se defiende de los ataques que recibe. Es más que evidente que este sujeto ostenta capacidad de uso de los equipos de VTV por abuso de poder. En otras palabras, por un aprovechamiento de los recursos de todos los venezolanos en pro de una posición privada como lo es la de su agrupación política y la suya personal. Por mucho menos de esto el Contralor General de la República Bolivariana de Venezuela ha inhabilitado políticamente a varios líderes opositores por más de ocho o catorce años.
En el programa aparece Diosdado esgrimiendo un garrote. Como esos que usaban los trogloditas, los hombres prehistóricos. Dicha macana es un símbolo que representa muy bien otra característica de este individuo, su ser primitivo. Su moralidad está ubicada en los tiempos en el que el hombre era un depredador nato. Se llevaba por delante todo lo que le molestase.
Por cierto, cabe destacar que Diosdado es lengua mocha. Se le dificulta pronunciar adecuadamente las palabras, le cuesta hilvanar las frases para que hagan sentido y muchas veces intenta, fallidamente, remedar al comediante ese que llaman eterno.
Como primitivo que es, tiene la amenaza como herramienta preferida. Buena parte de los programas se va en intimidar a quienes considera sus enemigos. Así como lo lee, para el Cabello primitivus no existen adversarios políticos. Solo enemigos que deben ser aniquilados y en el mejor de los casos reducidos. Desde su falsa estatura moral se cree con el derecho de mal poner a otros venezolanos, de denigrar de ellos e inventarles casos.
Como prueba de su espíritu corrupto, no tiene problema alguno en presentar conversaciones grabadas ilegalmente. Violentando la privacidad de las personas incurre en prácticas propias de la Stasi de la extinta Alemania Democrática. Diosdado no tiene compromiso alguno con los valores de la democracia. De hecho, violenta permanentemente todos los límites que impone el estado de derecho y se siente inmune a la rendición de cuentas.
Diosdado Cabello siente que llegó al poder después de una gesta guerrera que le permite actuar de la forma que le da su regalada gana. No se da cuenta el primitivo personaje que su comportamiento actual es mucho peor que el de aquellos a los que dijo querer combatir por allá en 1992. De hecho, los 40 años de democracia no vieron a un personaje de tan baja calaña abusar del poder como lo hace Cabello.
Si Pablo Escobar viviese, estaría muy orgulloso de Diosdado Cabello. Un personaje que ha logrado hacer una fortuna que muchos calculan que sobrepasa los dos mil millones de dólares. Y Escobar estaría complacido en la medida que Cabello logró junto a muchos de sus cómplices poner la infraestructura del estado y buena parte de sus procedimientos al servicio del narcotráfico.
Es bien sabido que los golpes que los mafiosos bolivarianos dieron a narcotraficantes tenían como objetivo fundamental apropiarse de sus rutas y clientela. Eso no lo dice quien aquí escribe. Es una denuncia que ha hecho en repetidas ocasiones Walid Makled, famoso vendedor de drogas venezolano.
Cabello se molestó cuando los medios de comunicación en España, Estados Unidos y Venezuela denunciaron que estaba siendo investigado por la justicia norteamericana por su presunto involucramiento en el tráfico de sustancias prohibidas. Usando su poder, la emprendió contra un grupo de periodistas y directores de medios venezolanos. Buscaba el corruptín imponer una medida ejemplarizante que sirviera como mensaje contra todo aquel que osara meterse con él.
No vimos a Diosdado dar explicaciones sobre lo que dijo Leamsi Salazar a la justicia de los Estados Unidos. Se limitó, como chavista que se respeta, a descalificar al otrora edecán de Chávez. No hizo el más mínimo esfuerzo de explicar cómo una persona de la máxima confianza del fallecido presidente pasaba a ser un traidor al proceso revolucionario.
Lo cierto es que Diosdado Cabello no tiene cómo explicar la fortuna que posee. El tren de vida que se gastan tanto él, como sus familiares. Una de las prácticas que se condena universalmente como corrupción es el nepotismo. Ya sabemos que la familia del primitivus se ha beneficiado a la saciedad de puestos en el gobierno y contratos con empresas públicas.
Lo que es seguro es que a Diosdado le cuesta conciliar el sueño. Primero porque se sabe rodeado de enemigos por todos lados. Incluso dentro de su partido hay gente que lo considera peligroso y además resulta en un desprestigio para la organización política. No en balde, Cabello no ha podido ganar una elección dentro del partido. El desprecio que siente por él la militancia chavista es evidente.
No duerme Cabello porque sabe que no puede salir con facilidad fuera del país. Que sólo puede ir a países amigos que le garanticen que no lo harán pasar el mismo mal rato que le tocó vivir a su socio y amigo Hugo Carvajal cuando fue retenido en la Isla de Aruba para ser entregado a la DEA.
No duerme Cabello pensando que los narco sobrinos lo puedan delatar para salvarse de una cadena perpetua. No duerme porque no tiene control sobre la suerte de estos sujetos. Porque no los puede enviar a prisión o someterlos a la “justicia” venezolana. Porque sus amenazas no harían mella en quienes buscan salir vivos de la cárcel. Porque sus tentáculos no llegan a aquellos lejanos parajes.
No duerme Cabello porque sabe que el chavismo va de salida. Que es imposible mantenerse por mucho tiempo en el poder. Que cuando pierdan las elecciones y vuelva el estado de derecho le tocará rendir cuentas a la justicia o irse a vivir a uno de esos países amigos que no le resultan tan atractivos para disfrutar de su riqueza.
No duerme Cabello porque sabe que entre las acusaciones que le vienen están la de violación de derechos humanos, delito que no prescribe y por el que puede ser fácilmente condenado por su involucramiento en actos que no viene al caso mencionar en este momento.
No duerme Cabello porque todo bicho malo es cobarde. No es secreto que el 13 de Abril 2002 lo tuvieron que ir a buscar a Carayaca para que se encargara de la presidencia como correspondía al vicepresidente. Se sabe que esa actitud arrogante, de gallito de pelea es para esconder el terror que le produce pensar que en algún momento tendrá que abandonar el poder con un futuro incierto.
Cabello es el nuevo hombre corrupto producto de la política improvisada de un Hugo Chávez que en mala hora tuvo en sus manos el destino de Venezuela. Cabello se aprovecha del poder para facilitar el negocio de la droga y para hacerse de propiedades y empresas para lavar su dinero mal habido. Definitivamente, Diosdado Cabello es la envidia de un Pablo Escobar que no pudo llegar tan lejos en el arte de delinquir.
Robert Carmona-Borjas