Uno de los grandes males de la humanidad sigue siendo esa insufrible necesidad por tener siempre la razón: “Mi verdad es la única verdad y la tuya no vale” enarbola el palacio mental de muchas personas e incluso de ciertos organismos, grupos políticos o países que gustan de vendernos sus idearios como panfletos moralizantes, reseña La mente es Maravillosa.
Ahora bien, más allá de ver estos hechos como algo aislado o anecdótico, debemos tomar conciencia de que es algo serio. Porque quien se obsesiona en tener siempre la razón acaba sufriendo dos efectos secundarios implacables: el aislamiento y la pérdida de la salud.
Según un estudio llevado a cabo en la Universidad de Bradford (Reino Unido), cerca del 60% de personas con este tipo de perfil, sufre úlceras, altos niveles de estrés y relaciones disfuncionales con la familia.
Además, y por si no fuera bastante, son personas que alteran la convivencia de todo entorno en el que se mueven. Debemos ser capaces de conectarnos a los demás, de ser sensibles, respetuosos y hábiles a la hora de crear entornos más armónicos.