La incertidumbre, nostalgia y el desconcierto forman parte de nosotros, cuando las páginas de los diarios de circulación nacional comienzan a llenarse de este tipo de noticias. Ya no son los mal llamados “huele pega”, ahora se les conoce como los “cachorros asesinos”. Pero, ¿qué culpa tienen estos pobres niños de haber nacido en un país en el que los valores y el respecto a la vida, están cada vez más extintos?
Niños y adolescentes que nacieron y crecieron en un ambiente de confrontación. Donde la división y el odio forman parte del discurso diario. Un país en el que en lugar de ir a las escuelas, deben salir de madrugada a hurgar entre la basura para encontrar qué comer.
Los hijos de Chávez, ahora hijos de Maduro. Los hijos de la Revolución del Siglo XXI, no son más que millones de infantes luchando la más descarnada batalla de sobrevivencia. Lo que conocíamos antes como: “la ley de la selva”.
Ante los ojos indolentes de un Gobierno despreocupado y desinteresado, esos menores de edad siguen creciendo a merced de la miseria, el hambre y la violencia. Buscando con sus propias manos una justicia que no conocen y que, con su corta edad, no cuentan con la paciencia necesaria para verla llegar.
Es hora de dejarnos de hipocresías. Póngase a trabajar, señor Presidente. En 15 años la presencia de niños en situación de calle ha aumentado en 500%. Jóvenes que se sienten con la impunidad necesaria para cobrarle a todo aquel el hambre y la tristeza que les ha tocado vivir tras años de abandono a su suerte.
En Venezuela, a partir del ocho de junio de 2015 entró en vigencia la reforma parcial del Título V de la Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente (Lopna). En cuya corrección se incrementó de cinco a 10 años la condena máxima para los menores que incurran en delitos graves; sin embargo, lo que más preocupa es que no vemos disposición del Gobierno de establecer políticas públicas que eviten que estos casos sigan ocurriendo, que inviten al mejoramiento de las casas de abrigo de estos niños y que le permitan su reinserción en la sociedad en un futuro cercano.
Llegó la hora de actuar. Dejemos de hablar, criticar y destruir. Es hora de rescatar a nuestro futuro, salvemos a estos niños. Vamos a demostrarles que sí existe un futuro mejor, que sí es posible construir una Venezuela de progreso, en la que todos tengamos oportunidades.
¡Venezuela merece más! Juntos lo haremos posible