Álvaro Valderrama Erazo: Domingo de Ramos “Ciclo A”

Álvaro Valderrama Erazo: Domingo de Ramos “Ciclo A”

El Señor padece con su pueblo

Necesario es que nos preguntemos, hoy domingo de ramos, porqué tiene que haber tanto sufrimiento en un mundo que, indiscutiblemente pudiera ser mejor?

El mismo Señor nos da la respuesta antes de su martirio: “Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder.” Mt. 20,25

Los dominios absolutistas son sinónimo de violencia, por parte de quienes los ejercen y no pocas veces sinónimo de muerte ignominiosa, por parte de muchos que se oponen a ser dominados.

Por experiencia histórica podemos constatar que el poder, sí que puede corromper. El claro ejemplo de ello se ha visto bíblicamente plasmado en las disminuidas figuras de Herodes y Pilatos.

Pero como si fuera poco -entre quienes se corrompieron con el poder- también se ven retratados en la historia bíblica las figuras de los miembros del sanedrín: Aquellos otrora poderosos -muy mal recordados hoy- fueron entonces los dominadores inmisericordes.

Herodes, Pilatos y el Sanedrín son juzgados hasta hoy por la historia -y lo serán por las generaciones futuras- como acusadores, condenadores y autores de la muerte de nuestro Señor.

Pueblos, culturas y países milenarios atestiguan, no obstante, que no pocos gobernantes injustos y no pocos regimenes autoritarios de nuestra contemporaneidad -de nuestra historia viva- van acompañados, en sus malas andanzas, por la sombra de la angustia y del tormento.

Obviamente que esa angustia es generada por el pánico que infiere la pérdida inminente del poder efímero, especialmente cuando los dominadores se percatan de que, inevitablemente serán despojados y separados de sus corrosivas mieles.

El Señor muere por su pueblo

Ahora bien, porqué tuvo que morir el Señor hace más de dos milenios como víctima, también del odio, la maldad y la violencia de los dominadores de la época? Porqué, precisamente Jesús, que nos trajo su buena noticia, su mensaje de amor?.

Hoy, Domingo de Ramos, en medio del padecimiento de nuestro propio pueblo, queremos meditar, de forma especial la experiencia de la pasión del Señor, posterior a su entrada triunfante en Jerusalén.

Y queremos convertir esa meditación en punto de partida para la celebración solemne de esta semana Santa.

Pero seamos cautos en nuestra meditación.

No olvidemos que, en su entrada en Jerusalén, el Señor es vitoreado por todo el pueblo. Y es, igualmente condenado por todo el pueblo.

Los Evangelios de San Mateo y de San Juan narran que, además de los discípulos del Señor, todo el pueblo celebraba la entrada de Jesús en Jerusalén y todos lo proclamaban como el Mesías.

Precisamente por eso se da el notorio contraste en ambos Evangelios: El mismo pueblo que recibe con vítores al Señor lo escupirá y lo llevará el viernes Santo a la cruz.

La Santísima virgen María es la única persona entre la muchedumbre que, en su fidelidad de Madre sufre y llora el martirio de su amado hijo acompañándolo hasta el momento de su muerte, al pie de la cruz.

Los habitantes de Jerusalén y todo el pueblo judío representan a la humanidad entera. Ellos son el pueblo elegido por Dios.

Pero también nosotros, los cristianos de hoy estamos situados, bien a la orilla de ese camino a Jerusalén, o entre la multitud que acompaña a Jesús, o entre los muchos que viven entre muros de la ciudad santa.

Los cristianos de hoy podemos situarnos, bien entre quienes vitorean y luego crucifican al Señor o bien entre quienes proclaman su Resurrección y dan testimonio vivo de ella.

Hoy venimos a celebrar la semana santa, no para identificar a quienes en su tiempo protagonizaron la entrada del Señor en Jerusalén el Domingo de Ramos lo martirizaron en el Gólgota el viernes santo.

Hoy venimos, sabedores de que también nosotros, con nuestra propia historia de fe estamos enmarcados en el relato evangélico contemporáneo de la pasión.

Nuestra historia tiene diferentes facetas, desde el Domingo de Ramos hasta el Viernes Santo.

Nuestra comunión y afinidad con el Señor se dará, de forma muy especial en la oración con Él.

En el Santo Evangelio de San Mateo que leemos hoy se hace muy notoria la invitación de Jesús a sus apóstoles:

“Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo: Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.” Mt.26.

La procesión de las palmas de hoy, Domingo de Ramos, es, en tal sentido, una representación bíblica de la invitación del Señor a acompañarlo y a permanecer en comunión con el Señor.

Pero la nuestra es una procesión que no solamente acompaña sino que también anuncia la vivencia de la fe, en el misterio mismo de la pasión y muerte de nuestro Señor y que proclama con júbilo su gloriosa resurrección.

Vivamos, pues esta semana Santa con fervor cristiano, especialmente en estos tiempos tan difíciles, en los que también padece nuestro propio pueblo cristiano.

Y que así como después de la pascua judía peregrinaron pueblos enteros desde los confines de la tierra para proclamar la resurrección del Señor, también nosotros, con María Santísima y los apóstoles, podamos ser testigos de su resurrección en nuestro amado país esta semana Santa con fervor cristiano. Amén.

Feliz Domingo, día del Señor

Exit mobile version