Pareciera que fue ayer, no se trata del bolero, interpretado por famosos representantes de ese género musical. Refiero aquellos acontecimientos de los que hoy se cumplen quince años, esos “tres días que conmovieron el país”. Para el momento la más grande movilización en nuestra historia y una de las mayores realizadas en el mundo.
Ese debe haber sido el día de más alta sintonía televisiva ya el cuatrienio preludiaría lo nefasto del experimento, el multitudinario rechazo a la proclamación de cuarenta y nueve leyes por vía habilitante, recurso que se emplearía regularmente en lo sucesivo, tanto por el que ejercía, como por su sucesor. Ya antes en el año 2000 los venezolanos especialmente educadores, padres y representantes rechazaron en los recintos educativos y en las calles el famoso decreto 1011; con el que pretendían crear mecanismos de control y politización del régimen en la la labor educativa.
Esta reseña demuestra como la comparación que algunos hacen arbitrariamente con Cuba no se ajusta a la realidad, aquí la oposición al autoritarismo y a sus pretensiones se ha manifestado prácticamente desde sus inicios. Aquel 11 de abril después de una mañana resplandeciente de entusiasmo y de una trágica tarde donde los manifestantes indefensos fueron masacrados dejando un saldo de diecinueve muertos y más de cien heridos, donde se fracturaron las pantallas de TV, la relación de la sociedad con el gobierno y hasta la Fuerza Armada. En la noche los televidentes -casi todo el país- presenciamos la tácita renuncia (la cual acepto) y la entrega en el fuerte Tiuna.
No pretendo mirar solo el retrovisor e intentar analizar desde mi óptica los acontecimientos de hace tres lustros, sobre ellos sean vertido toneles de tinta -cuando se podía- y aun hay zonas confusas y desconcertantes que el tiempo y la escritura de la nueva historia despejarán. Por lo pronto, solo intentamos subrayar que la usurpación por los poderes fácticos de la voluntad popular expresada en la mañana, fue posible por el éxito del deliberado propósito de excluir a las organizaciones partidistas, lo que trajo como consecuencia la ausencia de conducción política.
La autojuramentación, el ominoso y funesto decreto, la restitución tienen su origen en esa conjura. En la de los que nos “robaron el mes de abril” -antes ya escribí alguna referencia a esa canción de Sabina- hay quienes niegan el aprendizaje de la experiencia y al hacerlo pueden estar condenados a no superar los errores y tentados a repetirlos.
Este abril de nuevo experimentamos el auge de las movilizaciones, ellas pueden marcar un nuevo hito en sintonía con algunos objetivos inmediatos. El domingo Maduro insinuó la disposición a elecciones, ese es uno de ellos, no el único. La restitución de la funciones plenas de la Asamblea Nacional, la libertad de los presos y la sanción de quienes violaron flagrantemente la Constitución, entre otras son banderas que se han levantado en las jornadas recientes.
La mayoría opositora aspira,con razón que el cambio político se produzca lo antes posible, siempre insistiendo por la vía constitucional, democrática, pacífica y electoral. Si bien no es descartable que ello ocurra en la presente coyuntura, no es posible asegurar, ni garantizar tal posibilidad, porque depende de un conjunto de factores algunos de ellos decisivos y ajenos a la voluntad de las fuerzas democráticas.
Sí en la continuación de este proceso de consolidación y fortalecimiento de la mayoría y debilitación de la fuerza del adversario, se conquistan varias de las banderas izadas en esta coyuntura sin lograr el máximo, sería un craso error considerar un fracaso la lucha emprendida.
Esta advertencia surge después de revisar someramente el tráfico de mensajes en las redes sociales, inundadas por la prédica maximalista y extremista y por las proclamas a librar la batalla final. Hay quienes quieren “meterse a brujos…sin conocer la hierba” diría mi abuela. No se trata de desconocer la opinión de sectores e individualidades, hay que dejar a un lado el sectarismo y la arrogancia para escuchar las distintas expresiones políticas y sociales. Ahora bien, la dirección política nuevamente esta llamada a conducir con acierto estas jornadas, junto a las valiosas iniciativas y el coraje demostrado, con la propiedad digna de su oficio. Ese es un rol irrenunciable.