Los acontecimientos en Venezuela se precipitan muy rápidamente estos días. No termino de decidirme por un tema para un artículo cuando en seguida pierde vigencia.
Me decido por referirme a las condiciones que la oposición venezolana viene solicitando desde el año pasado, inclusive antes del muy desafortunado “diálogo”.
Las tremendas manifestaciones que estamos presenciando y protagonizando en las últimas fechas (y las que vienen) tienen como razón principal de ser estas cuatro condiciones. Como se sabe, ellas son:
1) Acuerdo acerca de un cronograma electoral.
2) Respeto a la Asamblea Nacional, con todo lo que ellos conlleva.
3) Liberación de todos los presos políticos. Todos.
4) Establecimiento de un canal humanitario, en particular en relación a alimentos y medicamentos.
Los cuatro puntos son importantes. Pero, sin demeritar ninguno, hay uno más importante que los otros: el referido al cronograma electoral.
¿Por qué? Por la sencilla razón que los otros tres puntos se solucionan, de forma estructural y no coyuntural, si en Venezuela se produce un evento electoral que permita sustituir a quienes hoy detentan el poder.
Ahora bien, uno se pregunta: ¿cómo se come esto del cronograma electoral? ¿De qué elecciones estamos hablando?
Algunos, al parecer, se conforman conque nos restituyan simplemente unas elecciones que en el 2016 nos robaron: las regionales de gobernadores. Otros hablan de “elecciones generales”, sin especificar qué significa el término “generales”. Y otros hablan de la necesidad de incorporar la elección presidencial.
Voy con mi opinión, por partes.
La elección de gobernadores es necesaria. Pero no es suficiente. Quienes alegan que esto es lo único que hay que pedir por ahora, como por ejemplo el respetado analista Fernando Mires, afirman que ganar un número considerable de gobernaciones (un estimado de 20 para arriba), representaría un éxito tal que debilitaría notablemente el poder central.
Es cierto, sería, en términos boxísticos, un knock-down, como el que dimos en diciembre de 2015 con el triunfo en la Asamblea Nacional. Pero no sería un nocaut.
Y ya vemos que con estos malandros en el poder, uno o varios knocks-down no alcanzan. En seguida utilizan los recursos del poder ejecutivo central, la subordinación reptil del TSJ y los altos mandos de la Fuerza Armada para destituir autoridades, nombrar nuevas, inventar organismos paralelos y hasta enviar a la cárcel a los electos.
Quienes sostienen esta posibilidad olvidan dos cosas: una, que Venezuela es un país poderosamente presidencialista, el Presidente de la República todo lo puede. Y dos, peor aún, que el poder presidencialista en manos de estos delincuentes se ha convertido en poder dictatorial.
En cuanto a quienes piden elecciones “generales”, muestro mi total desacuerdo. Ese término involucra todos los poderes constituidos. Incluyendo una Asamblea Nacional que fue electa legítimamente hace escasamente 15 meses.
¿Tendría sentido pedir una elección del Poder Legislativo en este momento? Ello sería un verdadero esperpento (utilizo la palabra con el riesgo de que algún quisquilloso me la objete).
Ahora bien, ¿en qué sí estoy de acuerdo?
Apoyo unas elecciones de gobernadores lo antes posible, este mismo año 2017, esas que nos fueron robadas en el 2016 en una de las frecuentes “ententes” entre Maduro y el CNE.
Apoyo también que este año también se celebren las elecciones de alcaldes previstas.
Pero sobre todo, apoyo que en la exigencia de cronograma electoral de la oposición figure, para este mismo año 2017, una elección presidencial. Algunos dirán que no procede legalmente y que no está pautada sino para el año que viene.
Yo dejo los siguientes argumentos a favor:
-El problema venezolano no es legal. Es político, con gravísimas consecuencias en lo social y lo económico. Para los pocos que aún están un poco desubicados, hay que aclararles que en este momento estamos ya montados en los artículos 333 y 350 de nuestra Constitución. Hay que leerlos.
-La gravísima situación que atraviesa el país, cuyas soluciones son cada día más impostergables, no se resuelve con la elección de nuevos gobernadores y alcaldes. Sólo se resuelve con un cambio de gobierno central mediante la sustitución total de quienes aun mandan en Venezuela hoy.
-Un punto clave: el año pasado nos fue arrebatada la celebración de un Referendum Revocatorio presidencial. Es decir, anularon ilegalmente un proceso electoral de rango presidencial. Léase bien: PRE-SI-DEN-CIAL.
-Este proceso hubiera significado la salida de Maduro del poder y el llamado a nuevas elecciones. Por ello, a los venezolanos, a todos, nos están debiendo en este momento una elección de rango PRE-SI-DEN-CIAL. Como mencioné antes, no es un asunto de preciosismos legales, sino de soluciones políticas.
-Agrego, como argumento final, que hay un reconocimiento nacional e internacional acerca de la ruptura del hilo constitucional en Venezuela. La democracia no existe. Aquí el gobierno ha dado un golpe de estado. Impera una dictadura. Y, como en todo el mundo, quien se ha erigido como dictador debe salir del poder a la brevedad. Ojalá sea por las buenas y mediante unas elecciones.
-En resumen, la exigencia del llamado “cronograma electoral” que la oposición viene realizando debe contener indispensablemente una elección presidencial este mismo año 2016.
Esto se refuerza con las extraordinarias manifestaciones de calle de los últimos días. Celebro que la dirigencia política haya retomado la brújula y además se esté identificando plenamente con la gente, asumiendo con coraje y valentía sus liderazgos.
Pero no nos equivoquemos: los venezolanos no hemos salido a marchar masivamente para que al final del día nos resuelvan simplemente con unas elecciones de gobernadores, más la satisfacción de alguna que otra exigencia.
Aquí la gente ha salido porque quiere un cambio de gobierno lo antes posible, y unas elecciones presidenciales representan la vía a seguir.
Antes de que sea demasiado tarde.
@BHorande