En torno al Estado se ha venido construyendo una maraña. Desde el punto de vista nominal y en su apariencia formal asemeja un Estado de justicia y de derecho; pero desde el punto de vista real, de las fuerzas que lo constituyen, de las normas que lo regulan y de su acción sobre la sociedad no se trata de la institución convencional que existe en las sociedades democráticas.
El Estado venezolano ha sido infiltrado, colonizado y atrapado por un conjunto intrincado de intereses extra políticos que han distorsionado la naturaleza y la función jurídica de esa institución fundamental, convirtiéndolo en un aparato de poder que ha sobrepuesto a sus funciones el despliegue deliberado y planificado de protección a actores y actividades de corrupción administrativa de alto nivel, de redes de contrabando a gran escala y de tráficos de productos ilegales.
La maraña es la infiltración, colonización y control de instancias claves del Estado para imponer a todos una práctica según la cual una pequeña cúpula expresa un interés superior que la autoriza a decidir, por encima de la Constitución, no sólo a interpretarla sino a modificarla, crear normas nuevas y ejercer funciones que extraordinariamente corresponden a un poder constituyente. La maraña suspende, anula y hace impracticable al Estado de Derecho.
En la experiencia venezolana, especialmente durante la nefasta gestión de Maduro, se perdió cualquier vestigio de inspiración revolucionaria y el proceso de cambios regresivos, cumplidos en forma suicida para destruir el aparato productivo, en vez de empoderar a la clase obrera la ha desprovisto de derechos elementales, le ha reducido y bonificado el salario, la ha hecho más subordinada a la opresión del Estado y colocado en un nivel de subsistencia que es más cruel entre los desempleados y los sectores pobres que comienzan a padecer una crisis de hambre.
La desigualdad social ha crecido, impera la falta de derechos frente al Estado autoritario, la pobreza afecta la clase media hacia abajo, se perdió la calidad de la educación, los centros hospitalarios están en quiebra, hay crisis de agua y del servicio eléctrico, las empresas básicas quebraron, PDVSA pierde capacidad de producción, no hay medicinas ni alimentos y encabezamos las estadísticas mundiales en homicidios, en inflación y corrupción. En el otro polo, con centenares de miles de millones de dólares están los verdaderos traidores a la patria
El gobierno, que ya no es ni el simulacro de una revolución, intentó un golpe de Estado definitivo y fracasó. Perdió al pueblo y pretende seguir invocando la Constitución para violarla, hablar de elecciones y bloquearlas. Padece de votofobia y de la vanalidad del genocida: grupos paralelos al Ejército matan en la calle y el presidente baila con su esposa en TV.
Las fuerzas democráticas, civiles y militares, tienen que recuperar a Venezuela. La existencia de la maraña es Estado sin ley, sin democracia, sin justicia y sin futuro.
@garciasim