Antoine de Saint-Exupé
Si antes pensaba que transitábamos por uno de los momentos más oscuro de la nación, lo ocurrido esta semana ha confirmado mis temores. Hemos asistido a varios días marcados por la violencia desmedida, el odio, la intolerancia; todos ellos tempestades cosechadas por los vientos que esta “revolución” viene sembrando desde hace mucho tiempo. Para colmo de estos males, debemos hacer frente al cinismo y el descaro con el cual este gobierno culpa al resto de los hechos ocurridos.
Han muerto venezolanos inocentes y dignos, que lo único que anhelaban era una Venezuela mejor. Han muerto ciudadanos en el ejercicios de sus derechos, y hasta miembros de los cuerpos de seguridad en el cumplimiento de su deber —sin importar si las razones tras él sean buenas o malas— y este gobierno en vez de asumir su cota de responsabilidad, en vez de poner un freno por las buenas, lo que hace es culpar a otros venezolanos. Pilatos se lavó las manos por temor a que la ira de Dios o los Dioses cayera sobre él al condenar a un hombre inocente, pero este gobierno se lava las manos conscientes de su culpabilidad.
No conforme con ello apuestan a una tortuosa estrategia para mantenerse siempre en su papel de víctima. ¿Cómo lo hacen? Llamando al diálogo, llamando a elecciones, pero no moviendo un dedo para concretar esas realidades. Al final, cuando estas no se den los únicos culpables serán los opositores, porque ellos no movieron sus maquinarias para ir a elecciones, porque ellos se negaron a sentarse a diálogar con los gemelos fantásticos —Delcy y Jorge Rodríguez par de personalidades tan nefastas como histéricas, tan repudiables y radicales—, dos figuras que sumadas al sinvergüenza de Escarrá y al siniestro José Vicente Rangel mandan un mensaje de fondo a la oposición: En realidad no deseamos diálogo, pero queremos que los que se nieguen a viva voz sean ustedes, por eso les ponemos en la mesa a estos “niños Jesús”
Conclusión: el gobierno no tiene intención alguna de mejorar la situación. Todos lo contrario, disfrutan de este caos, mientras sigan teniendo el poder. A la vez, ponen en evidencia el bajo concepto que tiene de la gran mayoría venezolana. No somos nada para ellos, somos desechos.
Este último punto, me sirve para hablar de otro elemento que refuerza mi pesimismo y que revela, a mi juicio, la percepción que este gobierno tiene, no de la UNIDAD, sino de TODOS los venezolanos que osan ir en contra de la revolución.
Durante la concentración del miércoles, algunos venezolanos, se vieron en la necesidad de lazarse al río Guaire para poder sobrevivir a los ataques por parte de los cuerpos de seguridad. Algunos reseñaron, en los medio de comunicación digitales, que aparte de bombas lacrimógenas, les estaban disparando. Sea cierto o no, es que ante la desesperación, muchos venezolanos se vieron en la necesidad de adentrarse en las inmundas, malolientes y venenosas aguas del río que cruza nuestra ciudad. Unos gozaron de la suerte de llegar con bien a la otra orilla, y encontrar una ruta de escape. Otros, tuvieron la desgracia de llegar al otro lado y encontrarse con más policías o guardias, quienes aparte de burlarse, les dispararon más lacrimógenas. Como si cruzar por las aguas infectas y rendirse no fuesen suficiente ordalía.
Pero el hecho indignante no está solo el haber obligado a sus compatriotas a lanzarse a este caudal contaminado, ni tampoco en la recepción que les dieron a algunos en la otra orilla. No, la verdadera maldad, lo que indigna, lo que enardece, lo que decepciona, lo que revela el talante moral y mental de esta gente fue la meme que corrió por las redes sociales, y que en cierta forma trataron de posicionar a través de los hastag, donde recitaban esta frase: “A Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César, al Guaire lo que es del Guaire”. Al instrumentalizar esta frase de los evangelios, el PSUV, porque desde allí surgió la meme, nos da una idea del concepto que tienen de los opositores; para ellos —y para el gobierno tomando en cuenta que PSUV y Gobierno son los mismo— todos somos desechos de los humanos, y como las heces de los caraqueños van a parar al río Guaire, allí es donde merecemos estar.
Con estas palabras, Gobierno y PSUV, han intentado quitarnos nuestra dignidad. Con ellas, nos han puesto por debajo de los animales al compararnos con las deposiciones. Y, sé que esto va a sonar exagerado, nos han puesto aun por debajo del concepto que los nazis tenían de los judíos; puesto que los germanos, al menos, comparaban a sus “eternos enemigos” con ratas. Para la revolución, la mayoría de la población, somos menos que ratas; somos MIERDA
Tomando en cuenta estas declaraciones, uno se pregunta ¿Cómo pueden hablar de diálogo y búsqueda de la paz y la conciliación en los venezolanos si le arrebatan la dignidad a quienes piensan diferente? ¿Cómo puede dormir con tranquilidad por la noche? Lo que es peor, como esperan ellos un futuro mejor si plantean la relación con “la mayoría del país en términos “existenciales” a su vez, cabe preguntarse ¿acaso piensan ellos que se mantendrán el poder para siempre?
Por último, cabría preguntarse ¿Qué debemos hacer? Voces radicales y extremista desde la oposición —y hasta cierto punto no sin razón— se negaran rotundamente a sentarse a negociar o diálogar con esta gente. Pero, no debemos caer en esa provocación, porque en realidad es lo que ellos anhelan, y como dije más arriba eso les permitirá a ellos victimizarse de nuevo y culpar a la oposición del fracaso Venezolano. Le permitirá montarse en su pedestal moral —curiosamente la izquierda desde Karl Marx hasta estos trasnochado siempre se han considerado víctimas y con ello moralmente superiores— y dirán que solo anhelamos golpes, desequilibrio, caos, muerte y una intervención estadounidense porque somos unos apátridas.
Tomando en cuenta las argucias que esgrimirán, lo que debemos hacer es demostrarle lo contrario. Debemos, por lo tanto, sentarnos en esa mesa. Diálogar, negociar, poner el corazón en ello y no ceder un terreno, no ponerle nada fácil. Debemos acatar el llamado a elecciones, y decidir de una buena vez quienes serán nuestros contendores. Es imperativo aprovechar las emociones del pueblo están en alza, que estamos dispuestos y en la calle. Es el momento de demostrarle que si queremos una Venezuela mejor, es el momento de demostrarle que quienes temen y le desean mal a esta tierra son ellos.
Debemos, con nuestra frente alto hacerle frente a los retos. Sin importar que argumente esgriman, sin importar sus vituperios. Como dijo el pensador estadounidense Robert Fulghum “los palos y las piedras pueden romper nuestros huesos, pero las palabras rompen nuestros corazones.” Ya nos quebraron los huesos, rompamos nosotros el corazón de esta revolución con nuestro verbo encendido y decidido, con nuestra acciones contundentes en ese diálogo, en esas elecciones. Pero, no olvidemos, no podemos permitírnoslos, que para ellos somos desechos.
Diálogar no es ceder, ni rendirse; es llevar nuestra lucha a otro terreno. Es pelear en todos los frente, una batalla que vamos a ganar.