De entrada, es una necedad abundar sobre la tal constituyente de rancia estirpe y desesperación gubernamental, pues, más allá de toda disquisición jurídica, basta con consultar la Constitución de 1999 y las propias actas de la constituyente que la parió. Nos ahorramos cualesquiera explicaciones, gracias al autorizado pronunciamiento del profesorado de derecho constitucional de la UCV, por ejemplo, y está demás destacar el sentido común de un pueblo que, en su ascenso ciudadano, suelen subestimar y despreciar.
Menos, puede tildarse y considerarse como una estratégica jugada maestra del analfabeta instrumental que es Nicolás Maduro, condición que por cierto le facilita tomar por asalto el término, vaciarlo de contenido, pretendiendo darle otra naturaleza y alcance por el solo y brutal ejercicio del poder. Versamos en torno a una perfeccionada estafa política de impredecibles consecuencias, temeraria ocurrencia y producto del angustiado laboratorio de escenarios que ocupará seguramente una buena porción del despacho oficial, como no la idearon los peores dictadores que precedieron al augusto sucesor del no menos augusto antecesor de este siglo XXI venezolano.
Comprometiendo a toda la corporación castrense, el ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, se ha declarado en campaña a favor de la fórmula de supervivencia de la dictadura que participa o protagoniza. Al igual que su superior jerárquico, cuida de no arriesgarse frente a la prensa independiente que apenas sobrevive acá, nacional e internacional: los consabidos 140 caracteres y las muy escuetas, como cuidadosamente elaboradas notas de prensa, le evitan el alegato coherente, profundo y articulado que sus propios subordinados esperan.
Haciendo del ridículo un hábito, Herman Escarrá ha asumido la apuesta apresurado a tomar el ascensor de una fórmula que dice prometerle un cupo fulgurante en las más altas esfera de la burocracia, como nunca lo alcanzó con Luis MIquilena, a quien calificó de líder taumatúrgico principiando el siglo. Sin embargo, hablamos de un descensor, pues, mentira de piernas cortas, la fórmula fracasará estrepitosamente, lo relegará a la vulgar adulación y quizá tampoco tendrá un exilio tan dorado como muchos de sus compañeros de causa, al llegar la hora, intuyendo tempranamente la oportunidad de acercarse a los nuevos cónsules y embajadores que lo comprendan.
La trampa cazabobos del régimen ha emboscado paradójicamente a sus inventores, presumiendo de un tablero distinto en el que realmente juega y jugará. La mentira de un país-potencia que la publicidad oficial tozudamente vende, contrastando con la verdad de una Venezuela que protesta convencida, bajo el inmenso retroceso sufrido en todos los órdenes, los consume y los devorará, traspasadas las fronteras de la irracionalidad.
@LuisBarraganJ