A mis alumnos de Ética Profesional
Hay etapas en la vida que se viven extraordinariamente. Son aquellas en donde la normalidad se suspende y se reestructuran las prioridades. Lo normal sería que ustedes vivieran en un país que les garantizara las condiciones para que cada quien se labrara un futuro. Pero no es así. Lo normal es que ustedes no sintieran esa asfixia que supone pensar que aquí no hay oportunidades porque se quebró el esquema del mérito y del esfuerzo como base de la movilidad y el ascenso social. Pero no es así. Lo normal es que ustedes estuvieran resguardados por un estado de derecho que les diera garantías y justicia, desde los cuales pudieran ustedes luchar por lo más sublime, la vivencia de la libertad, pero no es así. Lo normal es que ustedes pudieran disentir sin otro peligro que el debate abierto de las ideas, pero no es así. Lo normal es que ustedes no sintieran miedo, ni experimentaran tan cerca la muerte como una compañía obligada y acechante, pero no es así. Lo normal es que ustedes pensaran en Venezuela como la primera opción para asentarse, tener familia y construir un legado, pero no es así. Lamentablemente vivimos tiempos extremos y debemos luchar por lo que creíamos seguro: Seguridad, Libertad, Propiedad y Justicia, sin las cuales todo es barbarie y desolación.
Por eso es que la prioridad no son las aulas sino la experiencia de tener que imaginar mil y una formas de lucha ciudadana para que el régimen no siga. Para que el totalitarismo no sea una sombra oscura que nos niegue nuestra dignidad. Para que la exclusión de todos por unos pocos violentos no termine de confinarnos en el silencio. Para que no termine se secarse la cantera de oportunidades que supone un sistema de mercado y de competencia. Para que el sectarismo malintencionado no nos cerque definitivamente en el apaciguamiento servil. Pero, sobre todo para que tenga sentido tanto sacrificio, tanta inmolación, tanta sangre, represión, sufrimiento y lágrimas que han sido derramadas por tantos inocentes que murieron gritando libertad.
¿Qué les puede enseñar la ética que no lo estén aprendiendo en las calles? Que hay épocas en donde se impone el heroísmo de los que no claudican. Que todos tenemos que asumir nuestra responsabilidad, que nadie puede sentirse excluido de la lucha, que no podemos guardar silencio ante la injusticia, y que no actuar nos convierte en cómplices de tanta crueldad aplicada con total impunidad. En eso consiste la responsabilidad. En tener presente que somos copartícipes de los resultados sociales. Y en tener conciencia de que no podemos ser indiferentes cuando se quiere imponer el imperio de la injusticia. Estos tiempos son extraordinarios porque nos exigen la valentía de mantener, a pesar de las dificultades, la valiosa meta de la libertad, sin la cual todo es perdición, sordina y sumisión.
Hay una clase especial de valentía, la valentía moral, aquella que por motivos éticos nos impone la acción a pesar del miedo a las represalias o al riesgo. Cuando ustedes exigen libertad, justicia o cambio político, cuando exigen que no haya presos políticos o de conciencia, cuando desmienten las propagandas del régimen, o cuando exigen a los uniformados que depongan las armas y reconozcan la soberanía ciudadana, lo hacen porque tienen coraje moral, y sienten una inmensa necesidad de salir de la trampa totalitaria que nos tienen montada. La experiencia, como siempre, es una gran maestra.
En la calle, en sus rescoldos, hemos visto a lo lejos, o tal vez demasiado cerca, la experiencia de la fraternidad. Ahora, cuando te preguntas ¿quién es tu hermano? tienes a la mano cientos de imágenes con las que te has identificado. La de aquellos que junto a ti construyen multitud para exigir dignidad. La de otros que se han dedicado a socorrer a aquellos que caen ante la represión. El grupo que los defiende y los representa ante las extravagantes acusaciones que intenta el régimen. La señora que junto a otras intenta repartir alimento a los que siempre están al frente. La imagen de aquellos que reproducen información confiable. La del Señor del papagayo que siempre nos alienta con sus frases contundentes. Somos recíprocos, y por lo tanto fraternos, en la misma medida que comenzamos a pensar que forma parte de nuestros deberes el salir para acompañar el esfuerzo, o el llorar las víctimas cuyos padres y familiares están inconsolables, pero también cuando exigimos con firmeza, al vil egoísta que practica la indiferencia, un poco de conmiseración cuando la polis luce estremecida por el escándalo autoritario. No es ético el que se mantiene al margen.
Mis queridos alumnos. Descubran en la calle la esencia de la ética. Descubran nuestros faltantes, y nuestros vacíos de organización social que hasta ahora nos han impedido vivir bien. Descubran, en cada una de las razones de la protesta, los peligros que supone elegir malas opciones y dejarnos llevar. Descubran de lo que carecemos para que ustedes lo compensen. Inventen nuevos compromisos y nuevas exigencias. Y por último, agreguen valor a la vida que por delante tenemos, asegurando libertad y negando para siempre la oscuridad del viejo engaño populista. La prioridad es clausurar el camino por donde muchos se extraviaron, para abrir otro donde la libertad sea luminosa y alcanzable.
Víctor Maldonado C.
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