Maduro, acusado de paisa, se comporta como el turco de moda. De la misma manera que el presidente Erdogan enfrenta la disidencia contra su gobierno Maduro lo imita, tal como alguna vez lo advirtió.
Mil veces se ha dicho que el gobierno no desea dejar el gobierno y para ello recurre a una lógica de la cual pretende conseguir réditos: represión, pura y dura, que los muertos lo ponen otros. Para todo eso se vale del único elemento de legitimidad que le queda y que, por lo pronto, le rinde obediencia y fidelidad: los militares.
La MUD es una estructura que opera electoralmente de manera eficaz; ha hecho posible que las diferencias entre sus asociados, que no son pocas, posibiliten acuerdos como la de diciembre del 2015, donde obtuvo un resonante triunfo. En otras materias su accionar es débil, las diferencias afloran, las estrategias, si las hay, lucen difusas. Es, en definitiva, errática.
Luego del lamentable fracaso del diálogo y de la reestructuración de la MUD poco se sabe de su objetivo. Ya no busca ganar una elección, no define una estrategia política, sino que actúa para sacar a Maduro. Es una estructura en las que sus miembros se van de bruces anunciando iniciativas de calle, cada quien se adelanta y lanza la suya. Una agenda que, según el real saber y entender de cada individualidad, pretenden imponer a los demás. La MUD es hoy una agencia que solo genera convocatorias para actos de protesta en las que la violencia domina. Si no fuera así no estuviéramos rondando el medio centenar de asesinados. Las excepciones son contadas.
En esta abigarra crisis unos se preocupan por mantenerse en el poder, otros se dedican a elaborar una listica de protestas para cada día y hay, también, aquellos que se angustian y critican la bulla, gritos o con el término en boga escrache, a las que se someten a hijos y familiares de la jerarquía roja. Se desagarran en juicio morales contra unos como si los otros no tuvieran conciencia de las razones por las que viven y disfrutan de la Vie Bohème. Como bien dice la psicóloga Yelena Yanes en entrevista a Dossier33: “una expresión de rabia como una respuesta a la agresión que recibe el pueblo […] agresión genera agresión.”
Mientras esta terrible tragedia sigue su curso, el ejercicio de la política sigue abandonado. Pareciera que nadie logra ver el horizonte, solo lo cercano e inmediato está signando el accionar de los políticos. Muy pocos advierten sobre el desdichado destino que espera a los venezolanos.
Cada protesta no obliga a aumentar la represión, cada muerto no exige, necesariamente, otra protesta más exacerbada. Cada acto que se desarrolle, de lado y lado, no debe dirigir al mutismo de sus actores.
Superar la necia visión existencialista de la política es una urgencia para impedir el enlutamiento de la familia venezolana y la acentuación de las diferencias entre venezolanos. Cada muerto, cada obstáculo entre los actores políticos ratifica la necesidad del tránsito hacia una salida POLÍTICA, así, en mayúsculas. Continuar en este largo, oscuro y tenebroso callejón, cargado de incertidumbres, no nos proveerá la paz que los venezolanos anhelan.
Voces sensatas, que las hay en el mundo de la política, dentro y fuera de Venezuela, deben acudir para procurar una salida política y democrática, que solo será posible con la participación de todos los sectores.
@LeoMoralesP