No hay duda que desde el punto de vista político, la naturaleza de la protesta debe ser pacífica, pues de ello depende su legitimidad nacional e internacional (Hessbruegge 2017). Ahora bien, desde la táctica y estrategia del conflicto, no está del todo claro cuál sería el método de lucha más efectivo para restaurar la democracia venezolana.
Nuestra situación es muy particular y los casos a nivel comparado, apenas nos permitirían presentar análisis preliminares sobre Venezuela. De manera que quien esté postulando una fórmula definitiva, sencillamente ofrece estimaciones temerarias, las cuales podrían obstaculizar el camino hacia la libertad.
Si la transición es inmediatamente hacia la democracia –vía elecciones-, el método de lucha pacífico tendría mayor probabilidad de éxito (Karatnycky y Ackerman 2005). Por su parte, cuando hablamos de una transición desde el autoritarismo –digamos, hay que remover al régimen antes de efectuar elecciones democráticas-, entonces la legitima defensa empieza a ganar terreno, ya sea como factor predominante o combinado con la no-violencia.
De acuerdo a mi hipótesis en el artículo “¿Hacia dónde va Venezuela ahora?”, el segundo escenario tiene mayor probabilidad de materializarse -transición desde el autoritarismo. A pesar de lo anterior, si hacemos un ejercicio hipotético y suponemos que el cambio será por la vía electoral, como ocurrió en Filipinas (Kurt Schock 2004) y en Europa del Este (Ackerman y DuVall 2000), entonces recomiendo mi análisis del 2013, “3 Pasos para derrotar a Castro” y la imprescindible advertencia de Benigno Alarcón “¿Violencia o resultados?”
Pienso que ver nuestro caso desde las transiciones pacificas de España y Chile podría llevarnos a conclusiones erradas porque las variables Españolas y Chilenas parecieran no ser significativas en la Venezuela de hoy –Franco murió en el poder, mientras que Pinochet negoció una transición que si la ganaba su gobierno tendría un periodo definido, hasta 1997. Al igual que los Sandinistas en las elecciones de 1990, Pinochet calculó que podía vencer en el plebiscito, al punto que fue finalmente respaldado por 44% de los chilenos. La transición de Chávez no fue para procurar un cambio de régimen sino para consolidar la “revolución” hasta el dos mil siempre. Sus sucesores son impopulares, relativamente jóvenes -sin incentivos para jubilarse-, con cuentas pendientes con la justicia nacional y trasnacional, y están asesorados por Cuba e Irán –regímenes antidemocráticos sólidos que planifican a largo plazo.
Asumiendo que la ruptura inicial no será por medio de elecciones democráticas, la transición venezolana podría tener más similitudes con el convulsionado proceso de la primavera árabe. Cabe aclarar que, indistintamente de las versiones sesgadas frente a lo que se percibía como un proceso de democratización liberal, estas experiencias no fueron pacíficas, involucraron la interacción de violencia y no-violencia, siendo Libia el ejemplo extremo –una intervención humanitaria que sacó a Gadafi con bombas de la OTAN y sofisticadas empresas militares privadas.
La historia muestra que el cambio de regímenes negados a transiciones electorales, suele comportar el uso de la fuerza –no puedes hacer tortilla sin romper los huevos. La sociedad civil desarmada sólo puede lograr este objetivo forzando la división de la Fuerza Armada, a fin de que un grupo relevante se ponga del lado del pueblo e intervenga en su defensa.
La FAN venezolana ya está fracturada entre el privilegiado Alto Mando Militar que apoya al gobierno y la mayoría de militares, en los mandos medios hacia abajo, que lo aborrecen, en vista de la degradación que generó en el país ¿Cuál es el gran temor del gobierno y su Alto Mando? Que las protestas no puedan ser contenidas por la policía, la Guardia Nacional ni los colectivos, y se vean obligados a sacar a los mandos medios de los cuarteles ¿Por qué? Existe el riesgo de que los mandos medios o el propio Alto Mando –dominado por su instinto de auto conservación- vuelvan caras y depongan al régimen. El ejército está acuartelado y fuertemente infiltrado por la inteligencia cubana. Por lo tanto, es difícil que los mandos medios actúen sin la prexistencia de violencia que lo justifique.
Por otra parte, la primavera árabe nos enseña que la legítima defensa focalizada tiene éxito cuando provoca conmoción y reacción masiva en contra de la autocracia. Venezuela está sentada en una bomba de tiempo. De no ser desactivada, la insurgencia popular podría sobrepasar a los represores.
Como defensor de los Derechos Humanos, considero que la protesta no-violenta es el camino correcto. Pero también reconozco que ese deseo personal no es necesariamente el único método útil para Venezuela actualmente. Que la protesta sea pacifica, violenta o una fusión, depende del régimen. La minoría chavista debe decidir entre transición pacífica o suma cero. Sin presión, ya sabemos hacia dónde se inclinaría la balanza.