Luis Barragán: De la cívica escudería

Luis Barragán: De la cívica escudería

Distintos y retadores los ámbitos de la protesta urbana, solemos ocupar las principales autopistas del país que, por cierto, quedan angostas para una ciudadanía resuelta a la victoria. No existe precedente alguno, exceptuando los ejercicios amplia y previamente publicitados de 2002, respecto al actual, magnífico e incontenible esfuerzo caracterizado por la espontaneidad de una concurrencia que cumple con la cita, convocada boca a boca, byte por byte.

Aparecen diversas iniciativas ciudadanas, destacando la sacrificada y admirable tarea de los médicos y paramédicos de la Cruz Verde y sus equivalentes, como también de lo que genéricamente se llaman escuderos, quienes tienen por costumbre la de ocupar la primera fila al abrirse el hocico de la represión empuñando una lámina de madera, una hoja de metal, una tapa satelital o cualesquiera otros protectores artesanales a la mano, cubierto el rostro, a veces con máscaras anti-gas y brazos o piernas extraordinarias para devolver los artefactos lacrimógenos con envidiable puntería. Predominan los más jóvenes entre los jóvenes de ambos sexos y cuentan con una inconfundible estampa que va difuminándose y concretándose en las acrobacias sobre el duro pavimento, afrontando en desiguales condiciones los proyectiles y gases lanzados contra toda viva humanidad, tratándose aun de los más adultos entre los adultos.

Provenientes de diferentes sectores, ya tendrán tiempo los sociólogos de radiografiarlos cuando la épica, porque no sintetizan otra cosa, culmine con el triunfo de una generación que nunca vivió en democracia, cercana a la veintena de edad. Sobran los halagos y también los dicterios e, incluso, se nos antojan muy válidas las observaciones críticas que apuntan a esa presencia insoslayable frente a la tanqueta o el arma de la que no se sabe si vomitará una lacrimógena, un chorro de agua o gas, una metra o una bala, pero lo cierto es que le debemos y mucho al coraje de esa muchachada que también, como ocurrió en la Plaza Alfredo Sadel de Baruta, cumplidos diez años del cierre de RCTV, nos desafían con sus interpelaciones y, en el escenario de los hechos, piden que no los dejemos solos.

Los escuderos naturalmente apuestan al anonimato a la hora de asomarse y sentir los afilados colmillos del represor y, de un modo u otro, sabiéndose parte de una sociedad civil que marca la pauta a los conductores políticos, suelen burlarse del perfomance prefabricado de los visitantes de la primera línea de lucha que, por escasos minutos, hablan a una cámara para huir despavoridos a resguardarse. Despojados de toda vanidad, intuyendo el papel histórico que les corresponde, contrastan rotundamente con los carricitos que se esconden detrás de las faldas del poder, vocean las consignas de Maduro Moros, tratando de pescar un favor burocrático, como lo obtuvieron quienes aplaudieron tiempo atrás el cierre del canal de televisión y sobrepujaron las gráficas con el extinto a la espera de hacerlo con el sucesor preñado de miedo.

Por ello, a los que alcanzaron el mal hábito de encontrar y recrear todas las imperfecciones de esta tan desigual lucha, quejándose de la juventud de los escuderos, le proponemos una fórmula sencilla: ocupemos su lugar. Y no se diga más.

@LuisBarraganJ

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