Esa carta de Enrique Aristeguieta Gramko al diputado Guevara lo despoja de algo importante de una histórica personalidad como él: el equilibrio.
El señor Aristeguieta fue miembro de la llamada “junta patriótica” en 1957/58, y luchador contra la dictadura de Pérez Jiménez: es un hombre respetable. Pero el tiempo o tal vez esa urgencia por lo que nos angustia combinada con cierta convicción que da la edad lo ha llevado a creer que tiene respuestas milagrosas para superar este trance que la vive república.
Otro lado perceptible en el señor Aristeguieta es su mirada a la política determinada por una visión en blanco y negro, y un concepto maniqueo (bueno-malo) al enjuiciar la situación y proponer soluciones.
El destino de la carta bien pudo ser a la MUD como eje coordinador de los partidos opositores al régimen, o al presidente de la AN como cabeza de la legítima representación popular, pero escogió una persona y un partido; la preciosa oportunidad de fortalecer la unidad la botó. Luego, con desconsideración y poco tino despotrica contra el gobernador de Lara Henri Falcón y contra Rosales, líder del Zulia, Henri uno de los líderes más importantes del país con una visión propositiva y unitaria, dialogante y cultor del cambio constitucional y pacífico quien primero propuso la reinstitucionalización del Estado y el encuentro con la constitución: este, el de Aristeguieta, es un ataque más que político, político-partidista; por demás gratuito.
No le voy a dar recomendaciones a don Enrique, sólo deseo que recupere la sindéresis, el equilibrio.
Justo Mendoza, doctorando en Estudios Políticos ULA.
Miembro del Comité Ejecutivo Nacional de Avanzada Progresista.