La brutal represión desatada por Maduro asombra e indigna al mundo. Después de 81 días llenos de protestas y con un pueblo exigiendo elecciones, vigencia de la Constitución y medidas para resolver la crisis humanitaria, el saldo es aterrador: 81 muertos, en su mayoría jóvenes; más de 18 mil heridos, muchos de ellos de gravedad; centenares de detenidos y un país sometido a la destrucción por quienes han per5dido legitimidad para gobernarlo.
Hoy no queda duda de la deriva dictatorial de Maduro y su pequeña cúpula de ladrones de renta. No son motivaciones políticas ni proyectos loque atornilla a esa minoría al poder,sino una trama de negocios, corrupciones y privilegios mayores a los de la burguesía que dicen combatir.
Maduro está quemando las naves del PSUV y quiere llevar al país a niveles de confrontación nunca visto en nuestra historia contemporánea. Escogió el camino de profundizar la crisis económica y liquidar los vestigios del Estado de Derecho. El costo de la represión lo cargará en las espaldas de la FANB.
Decía Talleyrand “las bayonetas sirven para muchas cosas, menos para sentarse sobre ellas”. Maduro, obsesionado con replicar el modelo cubano y desorientado por los consejos del español Serrano Mancilla, cierra todas las válvulas democráticas y se sienta sobre las bayonetas porque piensa que ellas le asegurarán poder eterno.
En medio de su desesperación y debilitado por la magnitud del rechazo casi unánime del país, se esconde tras las togas de la inconstitucionalidad y se propone acabar con todo aquel que ose oponérsele, llamase diputados de la MUD, la Fiscal General o los cada vez más numerosos disidentes del madurismo que engrosan el surgimiento de un chavismo democrático.
A Maduro ya no le importa el país, ni la paz ni el futuro. Es un autómata del totalitarismo que pretende avanzar a sangre y fuego y gobernar sobre las cenizas de las instituciones y el cadáver de la democracia.
Pero, como afirma el efrán popular, una cosa piensa el burro y otro el que lo arrea. La cúpula que destruye el país desde Miraflores no podrá imponernos una guerra civil ni tampoco meter la cabra de la Constituyente contra la voluntad de más del 80% de los venezolanos, civiles y militares.
El país quiere ser otro y dejar en el pasado las divisiones, los odios y los enfrentamientos entre hermanos. Esa aspiración no se abrirá camino por generación espontánea. Hay que hacerla viable construyendo una nueva alianza y una nueva unidad con todos los sectores dispuestos a crear soluciones y escenarios progresistas de cambio.
La Asamblea Nacional ha puesto a disposición de la sociedad el Frente en Defensa de la Constitución y la Democracia, el cual puede ser un espacio compartido por todos los demócratas, sin mirar de donde provienen, dispuestos a poner en práctica una política masiva y pacífica de resistencia, organización e integración social.
Vamos a derrotar el terrorismo de Estado con una unidad superior y un proyecto de país donde todos tengamos un lugar, aun manteniendo diferencias que hoy deben ser colocadas en segundo plano. Ese es el futuro que debemos hacer.
@carlosvalero08