El municipio de Pedrógão Grande, en el centro de Portugal, fue testigo el pasado sábado de una confluencia de factores que dieron lugar a un incendio que se propagó de forma voraz y se llevó por delante al menos 64 vidas. EFE
El domingo por la mañana, cuando las llamas seguían avanzando y el balance de muertos ya sobrepasaba la barrera de las seis decenas, una pregunta rondaba la mente de todos los portugueses: “¿Por qué?”.
La Policía Judicial señaló ese mismo día que, “con un alto grado de certeza”, el incendio habría sido causado por el impacto de un rayo en un árbol seco.
Cuatro días después, el presidente de la Liga de los Bomberos de Portugal, Jaime Marta Soares, cuestionó esta tesis y aseguró tener “convencimiento” de que el incendio se inició antes de la caída del rayo, por lo que podría tener una causa humana.
Independientemente de cómo empezó el fuego, lo que más ha sorprendido es la rapidez con la que las llamas se propagaron por todo el bosque, cercando pequeñas aldeas y convirtiendo la carretera nacional 236 en una auténtica ratonera en la que murieron 47 personas, 30 de ellas en sus vehículos.
Tras la tragedia, el primer ministro luso, António Costa, pidió explicaciones sobre lo ocurrido a tres entidades: el Instituto Portugués del Mar y la Atmósfera (IPMA), la Guardia Nacional Republicana (GNR) y Protección Civil.
En su respuesta, el IPMA explicó que la propagación excepcional del fuego fue resultado “de la conjugación de la dinámica del propio incendio y de los efectos de la inestabilidad atmosférica”, en una jornada marcada por elevadas temperaturas que alcanzaron los 40 grados centígrados, baja humedad y fuertes vientos.
Esta confluencia de factores generó un “downburst”, explicó el organismo, un “viento de gran intensidad que se mueve verticalmente en dirección al suelo” y que después “sopla de forma radial en todas las direcciones” de forma que puede llegar a confundirse con un tornado.
Con estas condiciones, el fuego alcanzó la llamada “carretera de la muerte” de forma “totalmente inesperada, inusitada e sobrecogedoramente repentina”, explicó la GNR -policía militarizada- en su respuesta a Costa, justificando así que no cerrase la vía al tráfico a tiempo.
Por su parte, Protección Civil reconoció que se produjeron fallos en el sistema de comunicaciones que coordina a las fuerzas de seguridad y emergencia desde la tarde del sábado, cuando ya ardía el bosque, que no permitió “el flujo de información entre los operativos y el puesto de comando”.
Además de las condiciones meteorológicas, expertos apuntan a otros factores que influyeron en la violenta propagación del fuego.
“La morfología de la montaña, la cantidad de combustible que existe, la falta de intervención en los bosques… Es el sumatorio de un conjunto de elementos que facilitan la progresión del fuego”, explicó a Efe el director del núcleo de investigación de incendios forestales de la Universidad de Coimbra, Luciano Lourenço.
La orografía de la zona, con pequeñas aldeas dispersas en medio del bosque, permitió que fuesen rápidamente cercadas por las llamas.
La legislación prevé que este tipo de aldeas tengan una cintura libre de vegetación para evitar que el fuego llegue hasta las poblaciones, pero “no se cumple”, señaló Lourenço.
“Todo lo que es prevención se va dejando pasar… La gente sólo se acuerda de que existe cuando viene el fuego y hay que combatirlo. Todo se centra en el combate, cuando si hubiesen sido tomadas una serie de medidas que están previstas, probablemente las consecuencias serían menores”, aseveró.
La zona contaba con una mezcla de pinos y eucaliptos, que arden con mucha facilidad. El pino es una especie autóctona de Portugal, pero el eucalipto fue introducida desde Australia y cada vez tiene más peso en la floresta lusa por su alto rendimiento económico.
“La gente que vive en la montaña está acostumbrada a los incendios. Pero a los incendios tradicionales, sobre todo de pino y matorral. Este incendio tiene mucho eucalipto y eso cambia bastante el comportamiento del fuego. La progresión pasa a ser más rápida y por eso mucha gente quedó sorprendida”, clarificó Lourenço.
La sorpresa acabó teniendo efectos devastadores: 64 muertos, más de 250 heridos y decenas de miles de hectáreas arrasadas.