La inédita historia inició el 12 de abril tras una “fuerte” represión. Las imágenes de decenas de heridos, incitó a un grupo de estudiantes de Medicina de la Universidad del Zulia (LUZ), a juntarse para salir a la calle y atender a los heridos que se encontraban “totalmente” desprotegidos. Así lo reseña laverdad.com
Por Francisco Rincón
El 19 de abril salió por primera vez a la calle una veintena de estos “muchachos”, con poca organización y sin equipos de protección, solo insumos, ganas y vocación. Para el grueso de los marabinos, pasaron de ser desconocidos a “héroes” con cascos y bríos.
Cuando ya contaba con una treintena de miembros, la “desgracia” tocó la puerta del equipo que permanecía “sólido, unido y compenetrado”. La tarde del 18 de mayo una camioneta arrolló a uno de sus miembros. Paúl Moreno, de 24 años, cayó al pavimento cuando los conductores de ese vehículo pasaron por alto una barricada y a toda velocidad apagaron su vida.
Metamorfosis
Sin Paúl y con la calle “ardiendo”, la situación “lamentable” llenó de “tristeza” a quienes integraban el grupo de los Cascos Verdes, como los apodó la gente. Declararon una semana de luto y las actividades conmemorativas continuaron mientras sus miembros se desmoronaban.
Tras la muerte de su compañero, el grupo adoptó su nombre pasándose a llamar Primeros Auxilios LUZ Dr. Paúl Moreno. La estructura cambió y aumentó el número de miembros. Hubo un despertar, para llevar en alto su nombre y garantizar su continuación. Con la institucionalización en puertas, se crearon nuevos departamentos como un equipo de transporte, legal, logístico, de hidratación y nutrición. El equipo “resurgió”.
Mientras, la parte emotiva, psicológica y cotidiana “lucha” por salir a flote en medio de las noticias, llamadas, rumores y un contexto que “aprieta”, con heridos y bombas que arrecian.
Giovanni Varela, director de la agrupación, explica que regresaron a las calles, unidos, fortalecidos y hermanados, pero no sin antes “aguantar palo”.
A fondo
La mente se “trastocó” y, durante la primera semana sin Paúl, las ganas de salir a la calle se disiparon. La “tristeza” y el “miedo” alimentaban la situación y el “temor” por que se repitiera la historia, carcomía los cimientos de sus vidas y de quienes permanecían alrededor. Sesiones grupales entre ellos permitieron drenar los sentimientos, y terapias con psicólogos lograron “palear la situación”.
Por la posición de liderazgo de Varela, este no “flaqueó” y a pesar de la “tristeza” mantuvo el espíritu del equipo, pero estuvo cinco días casi sin comer. “Un día me aislé para recuperarme psicológicamente. Vemos la vida diferente. Si nos tomamos mucho tiempo para pensar en la desgracia nos desanimaríamos. Debemos ver los focos de luz que siguen encendiéndose y las esperanzas que nacen día a día”.
La “aventura” transcurre con “altos y bajos”, mientras que los jóvenes dicen estar seguros que la misión de “Los Cascos” se prolongará en el tiempo, porque son vistos como un “proyecto” que se consolidará y aunque “no cambien el mundo, el servirle a una persona es un éxito total”. Ninguno se considera héroe, a pesar de que los tilden como tal. Fueron tocados por la “desgracia” y eso los impulsa a aportar un “minúsculo grano de arena” para la sociedad.
Secuelas de guerra
Armando Vílchez, uno de sus integrantes, señala que todo lo que vivió durante los días que van de protesta lo afecta psicológica y emocionalmente. “Tras el asesinato dormía muy poco. Todo repercutió en mi vida. Siento que no me puedo quedar en la casa, tengo la necesidad de salir y hacer algo diferente”.
Los padres temen que se repita el caso de Paúl. Piden que se cuiden, eviten salir a la calle y no se “crean héroes”, porque son “tan humanos” como los de su alrededor. La neutralidad, imparcialidad, voluntariado y humanidad forman parte de sus valores a los que se niegan a renunciar, por lo que “desean” transmitirlos sin cesar.
Paúl es el primero en la lista de cada jornada y en cada oración su nombre se exalta. El compromiso con la sociedad y con un “hermano” no les permite desmayar, mientras que el tema permanece sobre el tapete y el “estado de alerta” aumenta. Cada detonación los hace “entrar en formación” y cada ruido lo asocian con “acción”. Algunos se levantan agitados porque, en sus sueños, las bombas perjudican a los manifestantes. Ahora, el sonido de un trueno saca a relucir las “heridas de la guerra”, aquellas que a simple vista no se notan.