La consulta popular de carácter plebiscitario realizada por la oposición el domingo 16 de julio fue una jornada memorable, plena de compromiso, entusiasmo, fervor y esperanza. De tal manera que se constituyó en una fecha inolvidable para el pueblo venezolano. No solamente por los resultados cuantitativos de haber movilizado 7 millones y medio de venezolanos, sino también por la organización del evento que si bien fue convocado y planificado por la MUD, su ejecución la llevó a cabo la ciudadanía. Una cosa que llamó poderosamente la atención fue la manera como las clases populares se volcaron a votar contra el régimen. Formando continuos que se atenuaban por breves momentos, pero que se reiniciaban pronto, la gente llegó a las mesas decidida a votar y a firmar, sin importarle consecuencia alguna. Daba gusto ver a viejitas, ancianos, adultos y jóvenes, votando con una determinación similar a la que se veía en la época de la democracia; esto es, sin miedo y con un deseo acendrado de cambio. Fue una jornada muy alegre, de compartir un futuro mejor, de ver la luz al final del túnel. De nuevo renacía en la gente la esperanza, se le veía en los ojos. La Consulta Popular del domingo 16 de julio fue un triunfo para la oposición y para el pueblo venezolano.
El Paro Cívico del jueves 20 de julio, tuvo un alcance nacional y produjo el efecto de paralizar al país en 80% de sus actividades, de manera que fue un evento exitoso que permitió a los ciudadanos expresar su rechazo a este gobierno nefasto. El régimen, dolido hasta los tuétanos, demerita estos triunfos que guió la MUD. Mintiendo como siempre lo hace, tergiversa los hechos y los minimiza, pero la procesión va por dentro. La verdad es que el gobierno luce acorralado, la presión internacional es muy fuerte y sostenida. No hay día que un gobierno, la OEA, la UE o un organismo de derechos humanos, critique a Maduro en su empeño de adelantar una constituyente inmoral e ilegal para abolir la Asamblea Nacional y quedarse con todos los poderes.
Lo que queda del chavismo se aferra al poder, pero lo hace desconociendo los tiempos y las realidades; intenta comportarse ahora como la hacía en 1999, sin reparar que hoy apenas el 10% de la población lo apoya. El oficialismo no se da cuenta que mientras más reprime, más rechazo genera; que mientras más obliga a los empleados públicos a marchar, a trabajar durante el paro o a caminar por el centro de Caracas para llenar las calles y así crear la impresión de que el paro cívico no fue efectivo, más estos se rebelan. Acorralado por las circunstancias, sabiendo que está al borde del precipicio, el régimen solo atina a ejecutar acciones que terminan perjudicándolo y minando sus propias bases. El gobierno está tan débil que ni siquiera puede quitar a la Fiscal, no puede obligar a Globovisión a que sea un canal absolutamente pro gobierno, ni pudo mandar a sus huestes a votar NO en la Consulta Popular del 16. Este es un régimen a la defensiva, fracturado y en los estertores de su funesta gestión.
Lo que la MUD debe cuidar es tener una carta de navegación durante la Transición. En ese período que no debe exceder los dos años, hay que tener claro que es un tiempo de reconstrucción de la institucionalidad destruida, de echar a andar nuevamente a la Administración Pública, de constituir equipos de trabajo eficientes, de contar con una gerencia de nivel, así como de recuperar la mística de trabajo y la disciplina, de determinar en que estado de situación se encuentran las obras y proyectos, de realizar auditorías técnicas y administrativas, de modernizar los sistemas, de hacer inventarios, etc. Esto debe ser realizado para cada sector: Desarrollo Urbano y Vivienda, Agua Potable y Saneamiento, Electricidad, Salud, Educación, Residuos Sólidos, Seguridad Ciudadana, Agroalimentario, Seguridad y Defensa, Turismo, etc. La tarea del Presidente de la Transición será compleja y una papa caliente que muy pocos querrán sostener.
Miguel Méndez Rodulfo
Caracas, 21 de julio de 2017