A simple vista parecen personas “normales” que practican una disciplina que se jacta de más de 15 siglos de historia. Sin embargo, los luchadores de sumo poseen una escalofriante vida detrás de escena.
Un ávido fotógrafo de la agencia Reuters tuvo acceso a uno de los centros de entrenamiento en Tomozuna y constató lo que se encuentra tras esos colosales cuerpos que combaten para ver quién cae primero al piso.
En efecto, parte de esa rutina, destaca una primera práctica matinal de tres horas. Cuando concluye, a las 10:30 de la mañana, los 11 luchadores que residen en el lugar reciben su primera comida que incluye pie de cerdo, sardinas fritas, arroz y un potaje especial ultracalórico.
Después, duermen un siesta de algunas horas con máscara de oxígeno para ayudar a la respiración.