El 16 de julio de 2010 los venezolanos fuimos sorprendidos por la transmisión televisiva en cadena nacional de la exhumación de los restos de Simón Bolívar. Contemplé atónita e indignada, pero impotente, las imágenes.
Por Celina Áñez
El procedimiento se escenificó con solemnidad y rigurosidad en un ambiente revestido de extrema pulcritud y asepsia. Sin embargo, no logró ocultar para mí su cinismo. El Poder exhibió sin pudor la osamenta que desde 1842 permanecía resguardada en la intimidad del sarcófago. Allí yacía desnudo, frágil, indefenso, sin vida, quien fuera Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco, EL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR.
Lo que ese día se mostró en pantalla fue a mi juicio un acto de humillación a su memoria y un golpe alevoso y certero al intrínseco, primigenio y ancestral sentimiento: el de la nacionalidad, el de ser venezolanos y pertenecer a esta nación, de ser parte de una comunidad que comparte un origen, una historia, una cultura y forja junta su futuro.
Hoy, al conmemorarse un año más del nacimiento del Padre de la Patria y como desagravio a su memoria, presento en lo que sigue una evaluación – un juicio – del proceso “científico” que se inició con el acto de profanación televisado y culminó, dos años después, con la presentación al país por el Presidente Hugo Chávez, también en cadena televisada del 24 de julio de 2012, de un nuevo rostro de Bolívar, uno forjado a la medida de los objetivos de un proyecto político que aspira ser de largo aliento.
Gigo y la imagen de Bolívar
GIGO, acrónimo en inglés de “GARBAGE IN – GARBAGE OUT” (entra basura – sale basura) es un viejo concepto que proviene de las Matemáticas y de la Ciencia de Computación o Ciencia de la Información. En ambos casos el concepto, casi un adagio entre científicos de esas disciplinas, establece que la calidad del producto (resultado) está determinada por la calidad del insumo. Así, en Matemáticas, una ecuación mal planteada dará resultados incorrectos. En Computación, si los programas diseñados para seguir ciertas operaciones lógicas son alimentados con data incorrecta o inadecuada el resultado que arrojará la máquina será incorrecto o inadecuado, o sea, simplemente “basura”. El concepto es aplicable a todas las ciencias.
El conocimiento científico está constantemente sometido al escrutinio de la comunidad científica. El científico presenta a consideración de sus pares no solo los resultados de su investigación sino las teorías y métodos que utilizó. El científico publica para someterse al proceso, tan sistemático como duro y descarnado, de la verificación de sus teorías y pruebas científicas; como explica Popper, toda teoría científica puede ser sometida a demostraciones de su falsedad y es así como procede el avance del conocimiento científico.
No es esperable que un hombre de ciencia presente resultados sin exponer también los supuestos de su modelo, las fuentes de información y el arsenal de instrumentos y técnicas que empleó en la obtención, procesamiento y análisis de los datos. La ciencia no actúa en la oscuridad, esto no le es permitido al ethos científico que obliga a los miembros de la comunidad científica a actuar de acuerdo a normas que garanticen tres características esenciales del conocimiento científico: objetividad, corroboración y universalidad. La Ciencia no admite sesgos ni manipulación. Queda esa conducta reservada a otros ámbitos, donde los intereses y la ideología juegan libres en la construcción de pseudo teorías, en el forjamiento de pseudo verdades y en la elaboración de versiones manipuladas, o simplemente falsas, de la realidad.
Todo lo anterior viene a propósito de la imagen de Simón Bolívar que el Gobierno ha querido imponer como el “verdadero rostro” del Libertador. Verdadero –dice- por ser producto de un estudio “científico”, realizado por especialistas con el uso de técnicas computarizadas para recrear imágenes en 3D. No obstante, el proceso de cómo se dio a luz esa imagen se mantuvo en las sombras. La imagen se presenta, al tiempo que se impone, sin margen para la verificación. No existen reportes publicados que sometan al escrutinio de la ciencia el proceso de investigación: qué supuestos sustentan el modelo de reconstrucción, qué técnicas fueron usadas, qué fuentes de información, cómo se cruzaron esas fuentes y cómo se explica la diferencia ostensible de la imagen resultante con la documentación histórica, en especial, con la iconografía histórica conocida, y con otros datos históricos acerca de los orígenes de Simón Bolívar. Se sabe que la familia BOLIVAR provenía de una población llamada La Puebla de Bolívar en Vizcaya, País Vasco (España). En la madre del Libertador confluye la sangre castellana de los Palacios y ancestros alemanes; y los Blanco, por quienes fluye sangre española e italiana.
Cómo explican los investigadores los rasgos “afrodescendientes” presentes en la nueva imagen de quien la historia no arroja evidencias de mezclas raciales en sus orígenes, excepto versiones sobre una tatarabuela indígena por la línea paterna, que de ser un hecho cierto (los historiadores tienen la palabra) no sustenta la presencia de rasgos mulatos en la versión digital presentada.
La información disponible sobre el proceso de reconstrucción facial del rostro del Libertador no permite responder ninguna de esas preguntas. Existe un informe muy sucinto publicado por el gobierno; una versión para la prensa del programa oficial donde, en cadena nacional de radio y televisión, el entonces Presidente de la República, Hugo Chávez, develó la imagen digitalizada de Simón Bolívar. Por último, existen dos entrevistas publicadas en la web al artista que realizó la reconstrucción digital del rostro del Padre de la Patria.
De todo lo anterior podemos concluir con bastante certeza que el intento de imponer un nuevo rostro de Bolívar, con rasgos raciales distintos a su origen ampliamente documentado por la Historia (argumentando para ello que es un “Rostro Científico” producto de la exactitud de la Ciencia de la Computación) tuvo como objetivo sustituir en el imaginario colectivo la figura del blanco criollo, del mantuano, como héroe y padre de la Patria; pues ello entra en contradicción con el bolivarianismo retórico que exhibe el régimen y con el discurso anti-oligarquía que manifiesta. De manera que con la nueva figura se busca la identificación con el pueblo mestizo y con el discurso anti-oligárquico, estimulando sentimientos racistas.
No hay falsificación que valga cuando la evidencia histórica está de por medio. Simón Bolívar fue un mantuano liberal; un hombre de su época que acogió las ideas de la filosofía liberal del s. XVIII, no las de Marx ni Lenin. Pero el “bolivarianismo” de la revolución ha falseado el ideario de Bolívar y lo ha manipulado para construirse una versión adaptada a sus intereses políticos.
Los proyectos socialistas de tipo marxista-leninista en su empeño por destruir el orden social existente y refundar la sociedad terminan por sustraerle el alma a las naciones y dejarlas vacías, reducidas a una cáscara. Esa es la intención de la manipulación del rostro del Libertador: destruir el alma de la nación. Venezuela lucha por recuperar su alma.
Celina Áñez
Profesora jubilada de LUZ. Economista. PHD en Gerencia de Innovación Tecnológica, Univ. Brighton, Inglaterra