Visto y analizado todo lo que ha ocurrido en los últimos 20 años, creo que los venezolanos haríamos bien en arribar a una conclusión triste y terrible pero que resume muchos de los hechos de estas dos décadas. Como lo han insinuado en distintos grados, tanto Moisés Naim como Elizabeth Burgos, quizás con distintas palabras, Venezuela es presa de un ejército informal de ocupación cubano que en la práctica dirige el país con la ayuda de un gobierno colaboracionista de los invasores. En verdad, le debo una disculpa a Elizabeth quien en una reunión en París hace varios años adelantó la tesis de que para entender lo que estaba pasando en Venezuela era indispensable introducir de manera central la injerencia cubana, algo que yo disputé vehementemente. Concluyo que Elizabeth tenía razón y que vio un elemento esencial de la tragedia venezolana con mucha anticipación, probablemente producto de su propia vinculación personal con los primeros tiempos de la revolución cubana y su conocimiento de personajes centrales del castrismo.
Cuál es la naturaleza exacta, el número de efectivos civiles, militares y agentes de seguridad y espionaje, con que cuenta el ejército de ocupación, está abierto a debate. Algunas fuentes citan una fuerza militar comparable a la que tuvieron en su mejor momento las FARC en Colombia. Pero independientemente del número exacto, es ya incuestionable que cualquier decisión importante del gobierno venezolano, el manejo de las fuerzas armadas, la represión y la gestión comunicacional, la política internacional, así como la dirección de la contrainteligencia contra la oposición y los propios disidentes del chavismo, se encuentran bajo la dirección del ejército de ocupación. En un sentido muy real, Venezuela se ha convertido en una entidad colonizada por el imperialismo cubano.
No deja de ser paradójico que el gobierno que más se ha quejado del “injerencismo” de la comunidad internacional en los asuntos venezolanos, fundamentalmente las críticas de las naciones occidentales sobre la destrucción de la democracia; la confiscación de la libertad; el control represivo de la población y las violaciones groseras a la Constitución de la nación, es, en la práctica, el gobierno que ha permitido y estimulado la más abyecta sujeción a potencia extranjera que nuestra patria haya experimentado. Como en casi cualquier otra dirección, en esta vergonzosa entrega a los proxenetas caribeños, la revolución chavista-madurista ha traicionado a su pueblo.
Salvando todas las distancias, y como otra enseñanza de la historia de guerras, se me ocurre que hay una analogía importante entre la situación venezolana y lo que ocurrió en Francia durante la segunda guerra mundial luego de la invasión nazi. Después de la firma del armisticio en 1940 se constituyó un gobierno colaboracionista, bajo la dirección del Mariscal Philippe Pétain, cuya sede se encontraba en la ciudad francesa de Vichy. El Estado Francés, como se auto-denominaba el gobierno de Vichy, un gobierno marioneta de los invasores alemanes y que controlaba el sur de Francia, tuvo una orientación profundamente conservadora y autoritaria, restringió los derechos de las mujeres y posteriormente jugaría un rol vergonzoso en la persecución a los judíos y comunistas. De hecho, las redadas contra los judíos, incluyendo el secuestro de niños de las escuelas, fueron en buena medida responsabilidad de la policía francesa, como fue reconocido por primera vez, después de décadas de negar reiteradamente la responsabilidad de Francia en el holocausto, por el presidente Jacques Chirac en 1995. No deja de ser notable que el primer presidente socialista de Francia, François Mitterrand, nunca tuvo el gesto de admitir lo que el derechista Chirac asumió responsablemente ante la historia y ante el pueblo francés.
De vuelta al hilo de la analogía histórica. Mientras el gobierno colaboracionista de Pétain operaba desde Vichy, en Londres Charles de Gaulle dirigió un esfuerzo para conformar el gobierno en el exilio de la Francia Libre. Inicialmente no reconocido como un gobierno paralelo por los aliados, eventualmente jugaría un papel muy importante en la dirección de la resistencia interna contra los nazis y el esfuerzo aliado en la II Guerra Mundial. En la práctica de Gaulle se convirtió en el símbolo de la dignidad francesa y la vigencia de los valores y las tradiciones republicanas de Francia.
Para la comunidad internacional es cada vez más transparente el hecho de que el régimen venezolano se ha ido transformando paulatinamente en una dictadura y que la elección de la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente se ha efectuado en abierta violación a la Constitución venezolana. Pero esa misma comunidad no está aún dispuesta a aceptar la conformación de un gobierno paralelo al de Nicolás Maduro. De modo pues que la oposición necesita transitar un delicado camino de balance que le permita oponerse con todas sus fuerzas a las violaciones de la Constitución, como ya lo acordó la Asamblea Nacional, sin perder el precioso apoyo de la comunidad internacional.
A los efectos de seguir avanzando en la conformación de un gobierno de transición, es importante unificar el lenguaje de denuncia del gobierno colaboracionista venezolano, el análogo del régimen de Vichy, y avanzar en conformar una estructura que vaya sentando las bases para la transición hacia el gobierno de unidad de la Venezuela Libre. Una organización flexible de esta naturaleza obedecería al mandato de la consulta popular del 16J, contenido en la tercera pregunta: ¿Aprueba que se proceda a la renovación de los poderes públicos de acuerdo a lo establecido en la Constitución y a la realización de elecciones libres y transparentes, así como a la conformación de un gobierno de Unión Nacional para restituir el orden constitucional?
Al tiempo que obedecer el mandato de la consulta popular, una instancia que bien podría denominarse Consejo Nacional de Defensa de la Constitución, asumiría en la práctica la dirección política del movimiento de la resistencia cuya actividad también obedece al mandato constitucional que se expresa en los artículos 333 y 350 de la Carta Magna. El asumirse como el germen del gobierno de Unión Nacional, permitiría que mucho del disenso y la natural discusión en el seno de la oposición sobre temas tan complejos como la participación en las elecciones regionales se realizara de un modo menos traumático. Para ello es necesario no solamente mantener la unidad, sino que esta se exprese en la participación de la gente. Ninguna organización ni dirigente político está por encima de la necesidad de la unidad, pero esta debe encontrar un canal apropiado para expresarse que sea una transición natural de la MUD, cuyos logros es imposible y mezquino no reconocer. Recordar en estos tiempos tan difíciles que el adversario está del otro lado y combatir el estado general de sospecha entre nuestra gente es un mandato político y ciudadano de esta hora.
Vladimiro Mujica
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