Las llamadas para no secuestrar, matar o hacerle daño a la familia de alguno de los comerciantes eran constantes. La persona que hablaba del otro lado de la bocina suele ser un hombre, con lenguaje “malandro”, quien infundía terror y revelaba cualquier cantidad de información sobre la víctima. Valiéndose de su miedo, exigían una cantidad de dinero, las mismas oscilaban entre 5 a 2,5 millones, todo dependiendo de quien era la persona escogida por los delincuentes, reseña El Impulso.
Muchos cayeron, otros denunciaron y cuando comenzaban a investigar se encontraban con que las llamadas venían desde dos cárceles que tienen régimen abierto, se trata de Cepella, ubicada en Guanare, estado Portuguesa y La Cuarta, en San Felipe, estado Yaracuy.
Entre cuatro a cinco privados de libertad se encuentran involucrados y habrían venido operando con gran éxito en Barquisimeto, por al menos cinco meses. Ellos se encargaban de llamar y quienes posteriormente iban por el dinero eran mujeres, algunas sus parejas.