La diócesis colombiana de Cúcuta se vuelca en dar hospedaje y comida a miles de venezolanos emigrados, publica ABC de España
Por JORGE BENEZRA Cúcuta (Colombia)
Un poco antes del mediodía una fila de hombres, mujeres, niños y ancianos espera a que abran la puerta de un comedor administrado por la diósesis de Cúcuta, a unos metros de la frontera con Venezuela. Diariamente, unos 2.500 venezolanos acuden a este centro que desde hace dos meses se ha convertido en un punto de referencia obligado para todos los venezolanos que llegan a la ciudad. Lo han bautizado como Casa de paso la Divina Providencia. El recinto está ubicado junto a la parroquia católica San Pedro Apóstol, en La Parada, y tiene una superficie de más de 1.500 metros cuadrados.
Son muchas las personas en fila, bajo un sol abrumador y una polvoreda que se levanta por la brisa.. El tema de conversación: la política. Nunca falta alguien que, con la simpatía que caracteriza a los venezolanos a pesar de las tragedias, no diga: «Estamos aquí por la dieta de Maduro».
En tan solo dos meses han llegado a repartir más de 70.000 almuerzos. Las caras que muestran los beneficiados son diversas y sus historias también. Algunos vienen solo a realizar las compras del día: arroz, aceite, azúcar y retornan. Otros son aquellos que viven en las calles o en algún rincón del norte de Santander y saben que allí tienen un vaso de agua fresca, un café, un plato de comida caliente.
Moisés González es un joven de dieciocho años. Vivía en uno de los barrios más violentos de Caracas, la Cota 905. Ahora sobrevive en las calles de Cúcuta en la economía informal. Espera pacientemente su turno. «Esto para nosotros es de gran ayuda. Aquí la comida es buena. Yo vengo de pasar mucha hambre y estoy agradecido», dice el joven.
«Esto es demasiado grande»
Esta obra ha sido posible gracias a la ayuda de movimientos apostólicos, comunidades parroquiales y universidades. Son muchas las manos que revuelven las ollas y cocinan a leña para tantas personas durante horas.
«Nosotros estamos atendiendo alimentación, pero también estamos repartiendo medicinas y mucha ayuda espiritual», dice monseñor Víctor Manuel Ochoa, obispo de Cúcuta, quien reflexiona sobre la situación venezolana. «La iglesia trata de ayudar, pero esto es un fenómeno muy grande. El Papa Francisco ya habló pidiendo democracia y dialogo».
Hace cuatro décadas llegaron a Cúcuta muchos deportados en masa. Eran tiempos duros donde todo aquel que era obligado a cruzar la frontera quería un cobijo, tener una cama con la que afrontar las noches del norte de Colombia y un plato de comida caliente para volver a comenzar una vida. Esta ciudad fronteriza ha sido la entrada y salida para generaciones enteras de migrantes que huyen de la pobreza y la violencia .
La red del Centro Scalabrini o Casa del Migrante fue fundada en los años 70. Fue el lugar de recepción de miles de colombianos y otros emigrantes de Sudamérica que venían deportados desde Venezuela por encontrarse de forma irregular en ese país. La Iglesia Católica de Cuúcuta afrontó ese problema creando el Centro de Migraciones, en el barrio Pescadero.
La economía venezolana se mantiene sumida en una profunda crisis lo que hace que muchos de sus ciudadanos asuman el riesgo de emigrar. Actualmente existen alrededor de 150.000 venezolanos que ya cumplieron los 90 días permitidos sin visado, según estadísticas de Migración Colombia. Para la sociedad cucuteña es una señal de alarma que las autoridades deben atender.