En 1991, el empresario mexicano Carlos Hernández Ramos inició la construcción de una nueva fábrica de tequila, en el municipio del estado de Jalisco que lleva el mismo nombre de la popular bebida, reseñó Infobae.
Ése fue el inicio de toda una experiencia que culminó con la construcción de un extraño hotel dentro de la fábrica en el que los cuartos son barricas de tequila gigantes adaptadas para dar alojamiento a visitantes interesados en conocer todo el proceso que involucra a la bebida: desde la siembra del agave, la materia prima para su elaboración, hasta la producción.
“Cuando terminamos de construir la fábrica, la idea era desde entonces desarrollar toda una experiencia alrededor del tequila. Organizamos recorridos para turistas, tenemos un museo, una taberna y buscando otras ideas y viajando por otros países me puse a pensar que si en Europa los castillos los volvieron hoteles, si hay hoteles de hielo y otros hoteles bajo el mar ¿por qué no podía tener un hotel con cuartos en barricas?”, cuenta a Infobae Carlos Hernández Ramos.
Hernández Ramos es director general de la marca de tequila La Cofradía, que distribuye 114 marcas en 34 países. Explica que el proyecto Matices Hotel Barricas es único en el mundo, no sólo porque los cuartos están en forma de barricas de tequila sino que están construidas en medio de campos de agave y dentro del terreno que ocupa la fábrica.
Mucho tequila y una experiencia mística
Éste, afirma, es un hotel de cinco estrellas en el que el huésped puede encontrar todas las comodidades, pero una de las principales ideas es que los visitantes pasen por los mismos procesos de maduración que el tequila joven “que después de dormir en la barrica sean personas distintas gracias a toda la experiencia sensorial que viven durante su estancia”.
La experiencia sensorial que ofrece este particular hotel consiste en hacer que los visitantes pasen por las siete etapas de “matices” por las que atraviesa el tequila para convertirse de una bebida joven a una extra añeja.
En su etapa joven el tequila tiene un color blanco y conforme va pasando más tiempo en la barrica su color y sabor van cambiando. Su clasificación pasa a reposado, añejo y extra añejo, estos últimos considerados los mejores.
El turista duerme en su barrica como si fuera un tequila joven. Luego asiste a una cata de matices en la que prueba la bebida después de que pasó por la barrica y observa cómo se va transformando su color y sabor.
“Con los cinco sentidos se va a enseñar qué tipo de tequila es. Tenemos un círculo sensorial en el que estamos diciendo que cuando el tequila se transforma pasa por un cambio energético a nivel de barrica que lo va haciendo madurar y cuando aterrizas ese cambio al ser humano esa maduración se convierte en poder, que es una parte nada más. El tequila se matiza en siete vértices, pero no todos los seres humanos pueden transformarse en todas estas vértices”, explica.
La idea es que al despertar y salir de la barrica el visitante sienta que entró en un periodo de transformación, al igual que la bebida.
Cada noche que el visitante pasa en el hotel equivale a dos meses del proceso de la bebida. Quienes pernoctan una noche reciben el certificado de tequila reposado, para ser un tequila añejo la estancia es de seis noches; para ser un extra añejo y llegar a su máximo grado de maduración, se necesitan 18 noches.
“Entre más conocimiento tengas vas a tratar de ver la vida como si fueras un tequila. Por ejemplo, el tequila extra añejo: una persona que ya llega a este nivel ya tiene experiencia y enseñanzas que le dan herramientas para interpretar la vida de manera diferente”, señala.
Asegura que cuando la gente termina su estancia “nos dicen gracias, ‘logré una tranquilidad increíble’. No nada más es tomar una bebida sino sentir qué es el tequila, otros nos han dicho que se han desconectado como nunca en su vida y eso que tienen internet, televisión, todas las comodidades”.
Dentro de los cuartos barrica se encuentran agaves ya sembrados y el objetivo es que el visitante los adopte, le ponga su nombre y la empresa tequilera coloca una placa con sus nombres con la idea de tratar de generar el compromiso para que cada año se visite ese agave y que al séptimo año sean los adoptantes quienes lo arrojen al horno donde se convertirá en la mezcla para la preparación del tequila.
El hotel también cuenta con un restaurante que se encuentra cuatro metros bajo tierra que simula las tabernas de antaño cuando el tequila se vendía a escondidas. En ese tiempo la bebida no pagaba impuestos por eso su venta era ilegal.
“El menú es temático de los cinco estados que comparten la Denominación de Origen del Tequila, que son Jalisco, Nayarit, Tamulipas, Michoacán y Guanajuato”, explica Noemí Plascencia, conserje del hotel .
También tiene un taller de cerámica en el que los visitantes fabrican su botella de tequila.
El concepto del hotel, que apenas abrió sus puertas en el mes de abril, ya está patentado ante la autoridad responsable de la propiedad intelectual en México, por eso “va a ser el único en su tipo en el mundo”, dice la conserje.
El hotel y la fábrica están sobre un terreno de 32 hectáreas, de las que apenas hay 11 construidas, lo que permite que entre habitación y habitación haya un espacio de 5 a 6 metros, para dar más privacidad a los huéspedes.
El hotel abrió sus puertas con 18 barricas, en septiembre se espera tener 30 y para enero de 2018 el proyecto estará completo con 50 habitaciones y una alberca en la que los visitantes puedan nadar entre agaves.