La nueva vida de Luisa Ortega Díaz comenzó hace una semana. La Fiscal General, convertida en el enemigo público número uno del presidente Nicolás Maduro, aterrizó en Bogotá el pasado día 18 en un vuelo privado tras abandonar Caracas y huir en lancha a la isla de Aruba. Permaneció cuatro días en Colombia bajo protección del Gobierno de Juan Manuel Santos, que además le ofreció asilo, y viajó a Brasil para participar en un encuentro de fiscales de Mercosur sobre corrupción y el caso Odebrecht. Después regresó a Bogotá, donde prepara las denuncias contra el sucesor de Hugo Chávez, reseñó El País.
Ortega Díaz es uno de los antiguos altos cargos con más información sobre el régimen y tiene ahora una prioridad: desnudar los engranajes de un sistema del que ella misma formó parte y con el que rompió definitivamente a finales de marzo ante la deriva que culminó el 30 de julio con la elección de una Asamblea Nacional Constituyente. Una de las primeras decisiones de este nuevo Parlamento, que sustituyó al anterior, de mayoría opositora, fue su destitución. Y así empezó, formalmente, su persecución.
La Fiscal, que atiende a El País por teléfono, se muestra animada. “Me siento muy fortalecida pese a los ataques que he recibido de parte del Gobierno de Venezuela. Me siento fortalecida porque el apoyo ha sido mayor, sobre todo de las personas, del ciudadano venezolano, que está muy esperanzado de que haya libertades, de que haya democracia, que haya paz, que haya tolerancia, que haya respeto, que haya decencia en Venezuela”, afirma.
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