Una verdadera pasión turca: ir a Estambul en busca de pelo

Una verdadera pasión turca: ir a Estambul en busca de pelo

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“Nadie de mi entorno sabe que vengo aquí, es uno de los motivos por los que quise operarme fuera de España”, comenta a Efe en Estambul el español José, de 45 años, que vuelve a acudir a una clínica de la ciudad del Bósforo para cubrir su coronilla, tras poblar sus entradas el año pasado.

La peregrinación a Estambul para injertarse cabellos está en pleno auge, a pesar de los atentados terroristas de los últimos años en Turquía o la difícil situación política interna tras el fallido golpe militar del año pasado.

La caída del 30 % que, debido a esos factores, sufrió el sector turístico en su conjunto el año pasado no ha dejado huellas en el lucrativo negocio del trasplante, sino que, por el contrario, el turismo de injertos sigue creciendo.

El brasileño Fábinho llega entusiasmado a la clínica del doctor Tugrul Maral: tras pasearse por el pasado otomano de Estambul, toca revisar los implantes de pelo que los especialistas le injertaron ayer.

“Me siento bien y parece que dará buenos resultados. Tengo 23 años y pensaba que me iba a quedar calvo del todo”, comenta a Efe este joven brasileño que ha viajado desde Fortaleza.

Cada año, unos 60.000 hombres acuden a la ciudad euroasiática, atraídos tanto por su belleza como por los moderados precios de las clínicas en las que pueden recuperar al menos parte de su perdida cabellera.

“Ofrecemos un servicio muy discreto a los clientes. Un chófer los va a buscar al aeropuerto, vienen a la clínica y luego los trasladamos al hotel. Incluso les damos un sombrero para que se cubran la cabeza y no llamen la atención”, describe Maral, doctor de una clínica de trasplante capilar.

Según el Ministerio turco de Salud, unas 152.000 personas viajaron a Turquía el pasado año por motivos médicos y cerca del 60 % de ellos acudieron a una de las 300 clínicas de Estambul para un trasplante capilar, un negocio que ha alcanzado los mil millones de euros, según datos de la Asociación de Turismo Sanitario del país.

El negocio estambulí, que recibe incluso subvenciones del Gobierno, ha convertido al centro de la ciudad en una auténtica meca del trasplante de pelo, en la que se ha vuelto habitual ver grupos de hombres que cubren extrañas heridas en la cabeza con cintas deportivas o sombreros.

“La mayoría de nuestros clientes vienen de Estados Unidos, Canadá y luego Europa. También tenemos muchos clientes de Oriente Próximo y cada vez más de India y Pakistán”, comenta Maral.

La técnica consiste en extraer pelos manualmente uno a uno de la nuca del paciente, e injertarlos en las zonas donde la melena brilla por su ausencia, un proceso delicado que puede durar entre seis y nueve horas.

El principal atractivo de la oferta turca es el precio: mientras que en el resto de países europeos una operación de este tipo oscila entre los 5.000 y 10.000 euros, en Turquía no supera los 2.000, con paquete turístico incluido.

“Sacamos el pelo uno por uno sin cortar nada, requiere mucho trabajo. Intervienen más especialistas que en otros países, pero la oferta del paquete turístico nos permite bajar los precios”, explica el médico.

“También hay que tener en cuenta que los sueldos medios en Turquía son más bajos que en el resto de Europa, este factor también nos permite ser más competitivos”, añade.

La nueva pasión turca se vende en centenares de webs y foros, aunque gran parte de los clientes son conquistados por el éxito de familiares y amigos que también se han operado.

“No me daba miedo venir aquí. En internet encuentras muchas críticas pero yo creo que es propaganda de otras empresas. A mí me han tratado muy bien, encontré esta clínica a través de un amigo que se operó también”, explica José.

“Es nuestro principal método publicitario. Nos anunciamos en redes sociales, webs, congresos… Pero si ves que a tu amigo calvo le ha crecido el pelo, es la mejor publicidad”, comenta Hakan, chófer y traductor de Maral Klinik, encargado de guiar a los pacientes durante todo el proceso.

“Ahora hay atentados en todas partes. Podría pasar en mi país también. Aunque si vuelvo ahora casa, con la cabeza llena de heridas, mi mujer va a pensar que me han atacado”, bromea Odai, de origen jordano, que horas después de operarse tiene la coronilla llena de puntos rojos, folículos a la espera de crecer en una zona nueva.

Dogan Tiliç y Lara Villalón/EFE