Como para que nadie se llamara a engaño, desde sus inicios el régimen chavista desde anunció que una de sus metas era lograr la llamada “hegemonía comunicacional”.
Detrás de tan elegante denominación lo que se escondía era un propósito siniestro y dictatorial: liquidar la libertad de expresión y de información que habíamos disfrutado desde 1958, a pesar de que algunos gobiernos atentaron contra ella, pero nunca en las proporciones que sufrimos desde hace al menos una década.
Y es que no podemos olvidar que, luego de la caída de la penúltima dictadura, en Venezuela se fortalecieron tanto la libertad de expresión como la de información. Se crearon nuevos diarios y revistas, se permisaron numerosas estaciones televisivas y radiales, y a través de esos medios de comunicación social los venezolanos se enteraban de los acontecimientos mundiales, nacionales y regionales. Había entonces libertad de información –salvo las excepciones que confirmaban esa regla–, sin que la censura oficial y la autocensura impidieran a la gente enterarse de lo que estaba ocurriendo.
Hubo también respeto por la libertad de expresión y opinión. Por lo general, columnistas y periodistas escribían sobre cualquier tema sin limitaciones serias. Comenzó entonces a florecer otra vez el periodismo de denuncia, especialmente sobre hechos de corrupción administrativa. Y hubo en aquel tiempo plenas garantías al respecto, tantas que por un caso planteado en la prensa por José Vicente Rangel, el otrora periodista de denuncias y hoy apologista del régimen más corrupto que haya existido, el entonces presidente Carlos Andrés Pérez fue destituido y enjuiciado en 1993.
(Por cierto, contrasta aquel hecho histórico con el silencio actual de los organismos encargados de investigar y sancionar la corrupción administrativa ante la gravísima denuncia que la fiscal Ortega Díaz ha hecho en estos días contra quien ocupa la presidencia de la República y su presunta vinculación directa con empresas relacionadas con los llamados “clap”.)
Hoy la situación resulta todo lo contrario. La llamada “hegemonía comunicacional” del régimen viene acabando con televisoras, radios y periódicos que no le hagan coro a sus mentiras o publiquen la trágica realidad de un país sin gobierno, con las más altas tasas de asesinatos e inseguridad, sin comida ni medicinas, desempleo galopante, con una de las inflaciones más elevadas del planeta, una milmillonaria corrupción roja rojita sin precedentes por el dinero público robado y la jerarquía de esos ladrones, todo ello dentro del creciente desempeño dictatorial y antidemocrático de quienes están en el poder.
Y en este sentido, “la hegemonía comunicacional” les viene como anillo al dedo. Mientras menos medios de comunicación informen el drama que sufrimos los venezolanos, mejor para el régimen. Mientras menos medios de comunicación informen sobre la escandalosa corrupción de la cúpula del régimen, el cogollito madurista en el poder se siente a sus anchas. Ya se sabe que cuenta con la total impunidad de quienes deberían investigarlos y enjuiciarlos, si en este país hubiera justicia.
Por eso es que vienen cerrando impunemente varias televisoras interioranas y centenares de radios en todo el país, abusando de la atribución legal de administrar el espectro radioeléctrico. Lo que hizo Chávez al clausurar Radio Caracas Televisión hoy es un atropello multiplicado por su heredero. Y en el caso de los medios escritos, también son decenas de diarios que han dejado de circular, ya sea porque el régimen no les vende el papel periódico para ser impresos; o bien porque les niegan las pautas publicitarias oficiales –a las que tienen perfecto derecho–, lo cual constituye otro perverso mecanismo para ahogarlos económicamente y llevarlos al cierre definitivo.
Sin embargo, su cinismo los hace repetir a cada rato la mentira de una supuesta “canalla mediática” que los ataca, siendo que son cada vez menos los medios de comunicación independientes y objetivos. Por desgracia para ellos, las radios y televisoras oficialistas casi nadie las oye o las mira. Sus periódicos también tienen muy pocos lectores.
Y como esa hegemonía comunicacional cada día cierra los escasos medios de comunicación autónomos, entonces al país democrático no le quedan otros recursos que las redes sociales y el internet. Pero la dictadura también quiere eliminarlos, para lo cual la constituyente fraudulenta madurista está por “aprobar” una supuesta “ley contra el odio” (¡!). Cinismo puro, pues ellos tienen más de 20 años sembrando el odio entre los venezolanos.
Pero todo ello, en verdad, forma parte de la llamada “hegemonía comunicacional”, más propia de una dictadura que de una democracia.
@gehardcartay
El Blog de Gehard Cartay Ramírez