Con el mayor sigilo, el Vaticano cuanto menos respaldó una más que reservada gestión ante Raúl Castro para que Cuba le retire el apoyo político y la asistencia militar al régimen venezolano para debilitarlo y posibilitar que se allane a tratativas para una salida. Además, se le pedía a Castro que su país le concediera el asilo a Nicolás Maduro y sus principales colaboradores.
Por Sergio Rubin / Clarin
A cambio, se le ofrecía el compromiso de que un eventual nuevo gobierno venezolano seguiría proveyendo de petróleo a La Habana, entre otras concesiones. Pero las gestiones hasta ahora naufragaron por la falta de respuesta del líder cubano.
No está claro quienes le hicieron la propuesta a Castro. Si fueron diplomáticos de varios gobiernos o de organismos internacionales como la OEA, e incluso si intervino algún alto dignatario eclesiástico. O si fue una iniciativa directa del combativo episcopado venezolano, que tiene una fluida relación con sus pares de la isla comunista.
Es que el hermetismo en el Vaticano es total. Ello se explica porque la Curia siempre trata de preservarse como recurso de última instancia . Pero las fuentes diplomáticas consultadas por Clarín insistieron en que las gestiones existieron. Y precisaron que es una alternativa que sigue abierta.
El papel eclesiástico de marras no es inverosímil. Francisco tiene una especial ascendencia sobre el máximo dirigente cubano luego de que, hace dos años, participara junto a Canadá en el deshielo y restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos tras meses de secretísimas negociaciones.
Ese hecho lo llevó a que, en su visita a los Estados Unidos de setiembre de 2015 incluyera a Cuba en la gira. A su vez, Castro le facilitó al Papa el histórico encuentro con el patriarca ortodoxo ruso Kirill, el primero de un pontífice con un jefe de la Iglesia rusa, en el aeropuerto de La Habana, en febrero del año pasado, en una escala del viaje de Francisco a México.
En rigor, aquel encuentro tuvo un contexto facilitador más amplio: la buena relación que el Papa construyó con el presidente ruso, Vladimir Putin. De hecho, Putin lo visitó en junio de 2015. A partir de allí el vínculo -que incluyó llamados telefónicos- fue fluido, con eje sobre todo en Medio Oriente, donde Rusia es un jugador relevante y los cristianos sufren una cruel persecución. Y, además de la influencia que Rusia tiene sobre Cuba, también sostiene a Maduro.
Por eso, el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, cuando estuvo días pasados en Moscú, le pidió ayuda a Putin para una salida a la crisis venezolana.
Las fuentes consideran que Castro sería partidario de acceder a la propuesta, pero que tropieza con los sectores más duros de su partido. Y, sobre todo, de los asesores militares que envió a Venezuela. En todo caso, las gestiones ante La Habana podrían cobrar renovada vigencia si la posición venezolana logra enhebrar un acuerdo de un gobierno de unidad nacional con los chavistas disidentes.
Evalúan, sin embargo, que esa probabilidad es hoy baja ante lo que juzgan como cierta incapacidad de los opositores para negociar una salida.
El Vaticano buscó siempre favorecer negociaciones con el régimen venezolano. El Papa recibió el año pasado a Maduro y la Santa Sede coordinó luego con tres ex presidentes una mesa de diálogo. Con la participación del experimentado diplomático monseñor Claudio Celli como delegado de Roma, quien viajó varias veces a Caracas, las tratativas terminaron en fracaso luego de que el régimen se negara a cumplir uno por uno los acuerdos.
Entre ellos, la convocatoria a elecciones y la liberación de los presos políticos. El propio Parolin –que fue Nuncio en Venezuela- le envió una dura carta a Maduro quejándose por el incumplimiento.
A su vez, la Iglesia venezolana es muy crítica del régimen de Maduro. En marzo, el Episcopado llegó a decir en una declaración que “es hora de preguntarse muy seria y responsablemente si no son válidas y oportunas, por ejemplo, la desobediencia civil, las manifestaciones pacíficas, los justos reclamos a los poderes públicos y/o internacionales y las protestas”.
Al mes siguiente, el arzobispo de Caracas, cardenal Jorge Urusa, fue agredido por chavistas durante la misa de Domingo de Ramos. Y en junio, la cúpula fue recibida por Francisco, quien les dijo que “en la voz de los obispos venezolanos también resonaba la mía”.
Finalmente, a comienzos de agosto, en la víspera de la instalación de la oficialista Asamblea Constituyente, votada en elecciones fraudulentas, el Vaticano pidió su suspensión en un duro comunicado en el que afirmaba que iniciativas como esta “más que favorecer a la reconciliación y la paz, fomentan un clima de tensión y enfrentamiento e hipotecan el futuro”. Y demandaba “a todos los actores políticos, y en particular al Gobierno, que se asegure el pleno respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, como también de la vigente Constitución”.
Ahora, ante la visita a Colombia, que iniciará este miércoles, el Papa recibirá en Bogotá a un grupo de obispos venezolanos. Se espera que en algún momento del periplo, se refiera a la convulsionada situación en ese país.