– Creo que maté a mi esposa…
– ¿A qué te refieres? ¿Qué ocurrió?
– Tuve un sueño y luego encendí las luces y ella estaba muerta en el piso.
– ¿Cómo? ¿Cómo?
– Hay sangre en todo mi cuerpo. Y hay un cuchillo ensangrentado en la cama. Creo que la maté yo.
– De acuerdo.
– No puedo creer que hice esto. No puedo creerlo.
Ese fue el primer minuto del diálogo entre Matthew James Phelps y un operador del 911 ocurrido en la madrugada del viernes. Luego le daría la dirección de su propiedad en Raleigh, Carolina del Norte, para que se acercara una ambulancia y la policía. Al hombre que confesó el crimen se lo notaba perturbado, adormecido. Después explicaría por qué.
Durante todo el intercambio que Phelps tiene con el oficial del otro lado de la línea, le explica que antes de irse a dormir había tomado una medicina contra la tos. El hombre parece perdido, dice no saber qué hora es, ni cuándo ni cómo se despertó.
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