Alta inflación y reventa ilegal devoran los ingresos. La carne no baja de Bs 22 mil. El tomate llegó a Bs 10 mil. Zulianos lamentan no poder comer como antes, reseñó Panorama.
Precios que se estiran hasta la estratósfera por una inflación que ya supera el 20% mensual –según cifras aportadas por el Inpc elaborado por la Asamblea Nacional en agosto–, pero también por la especulación. El bolsillo de los venezolanos se ‘rompe’; ya no aguanta el peso millonario de los alimentos y los productos de higiene personal.
“Dame medio kilo de queso. Los números no me dan para pagar el kilo y medio que compraba antes. Ya no podemos ni comer patacón porque no hay ni siquiera aceite”, lamenta Nicolás Mora en el Mercado Santa Rosalía, mientras espera que le entreguen su pedido.
Con una escalada de costos que superó hasta el 90%, en solo un mes, la charcutería se convierte en comida suntuosa.
El queso pasteurizado pasó de Bs 20 mil (a principios del mes pasado) a Bs. 38.400; es el más económico que se encontró en el recorrido que hizo Panorama.
El mozzarella ronda los Bs 43 mil, el de año y el madurado están en Bs 50 mil, el amarillo en Bs 60 mil y el parmesado importado ya se ubica en Bs 78 mil. Mientras que el jamón de pierna es el de menor valor: 45 mil bolívares.
La mantequilla artesanal y la nata se pueden conseguir desde 6.500, pero el cartón de huevos llegó
a Bs 27 mil, un 40% más que el mes pasado. Igualmente, la leche líquida se incrementa rápidamente; un litro va desde Bs 4.600 hasta Bs 7.900, si es de larga duración. El Precio de Venta al Público (PVP) de un kg de leche descremada en polvo ya marca 62.500 bolívares.
Los dueños y encargados de los locales comerciales aseguran que no hay un mercado estable que permita mantener por más de una semana el precio de los artículos. “Diariamente nos llega la mercancía aumentada. Por eso, en la mañana, alguien puede venir por algo que cuesta Bs 10 mil, pero en la tarde está en Bs 13 mil”, explicó Joelvis Alaña, vendedor de una charcutería.
Por esta razón, los clientes recortan su lista y se inhiben de llevar productos que antes consumían
ordinariamente. Tal es el caso de Pina Aguilar, residente de Pomona, quien aseguró que en su nevera ya no hay alimentos importados, ni queso parmesano, ni amarillo, ni jamón, ni salchicha.
“Estamos comprando lo indispensable y tratamos de rendirlo lo más posible. Por ejemplo, los panes no los preparamos desbordados, como antes, sino que les echamos un chispiadito”, contó, cabizbaja, la maestra de 58 años.
Por su parte, Mario Ortega, de Sabaneta, precisó que en un mes de comida, para seis personas, gasta hasta 2 millones de bolívares. Y no exagera, pues la Canasta Básica Familiar (CBF) llegó a Bs 2.043.083,39, de acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM). Esto significa que se necesitan Bs 68.102,77 diarios para costearla.
Alcanzar esta suma es una utopía para el común de los venezolanos que percibe, mensualmente, Bs 97.531 de salario mínimo y Bs 135 mil de bono de alimentación. Para una madre soltera, estos ingresos solo alcanzarían para cubrir tres días y medio de comida.
Otros precios que también están por ‘las nubes’ son los de las verduras. Entre Bs 8 mil y Bs 10 mil está el kg de tomate, la zanahoria cuesta Bs 8 mil y la cebolla Bs 6 mil. Por su parte, la papa y la lechuga incrementaron a 4 mil, al igual que las ramas como el perejil y el cebollín, que llegaron a Bs 6 mil. El ‘resuelve’ para algunas familias es la yuca, pues ronda los 3 mil bolívares.
Igualmente, las frutas son excluidas de la dieta de muchos. La variación de los precios de los comercios formales y de los puestos de las aceras es significativa en muchos casos. Por ejemplo, el kilogramo de patilla en un local se halla hasta en 6 mil, pero por fuera lo fijan en Bs 2.500. Una manzana puede costar Bs 7 mil, lo mismo que un kg de durazno. Los más asequibles son los cambures: 3 mil bolívares.
Algunos comerciantes de los mercados populares sostienen que el negocio ya no genera ingresos suficientes como para mantener los locales abiertos. “No compramos ni la cuarta parte de mercancía que encargábamos antes. Ya esto no da.
Invertimos 700 mil para ganarnos 100 mil, cuando la empresa genera demasiados gastos en impuestos, servicios, pago de empleados. Los dueños decidieron cerrar la semana que viene”, comentó Gilberto Bravo, vendedor de un puesto
en Santa Rosalía.
“Antes llevaba hasta cinco tipos de carne para variar la comida. Ya no compro chuleta, ni lomo de aguja, ni pechuga. El pollo y la carne molida nos tiene que alcanzar el doble de tiempo”, indicó Yoleida Suárez, habitante del sector El Potente.
El kg de pollo, en oferta, se ubica en Bs 12 mil, sin embargo, gran parte de los negocios lo venden en Bs 16 mil. En algunos lugares, el recorte vale Bs 13.500, pero en muchos pasa los Bs 18 mil. Las alitas no bajan de Bs 10 mil y las carnes –sea molida, bistec, pulpón, pelota o lomo de aguja– superan los Bs 24 mil.
No obstante, marabinos como Mariana González, consideran que resulta más rentable sustituir los quesos por el salado. “Los desayunos y las cenas los estamos rellenando con el pollo o carne que nos queda de los almuerzos. Es preferible hacer eso porque nos ahorramos bastante”, señaló.
Pero no todo es inflación. Los revendedores informales hacen de las suyas en los mercados, esquinas y zonas residenciales. La harina de maíz, que cuesta legalmente 800 bolívares, la ofrecen en 12 mil, igual que el azúcar y la pasta. El aceite nacional, que no pasa de Bs 6 mil, lo “bachaquean” en Bs 18 mil. Lo más suntuoso es la mayonesa: Bs 15 mil la pequeña y Bs 28 mil la grande.
Mientras que en algunos supermercados de Maracaibo tienen los productos de higiene a precios ‘dolarizados’. Un desodorante va desde Bs 19 mil hasta 90 mil y una crema dental extragrande está en 37 mil.
Venezuela se encamina este 2017 a ocupar el primer lugar en el ranking mundial inflacionario y en vías de superar la marca del 1.000%. Entre tanto, los habitantes se convierten en ‘expertos matemáticos’: suman deudas, multiplican los gastos, restan cada vez más artículos de sus compras y dividen la comida para que rinda.