Ante todo, dos puntos.
Uno: soy un votante convencido. Creo en la democracia. Creo en el poder del voto. He votado en todos los eventos electorales en Venezuela, a excepción de aquél de la abstención en el 2005.
Cuando mucha gente no ha creído en el voto, he sido de los pocos en defenderlo. He tenido grandes discusiones con quienes, coyuntural o estructuralmente, son escépticos ante la conveniencia de votar.
Dos: soy conceptualmente defensor de las Primarias como el mejor mecanismo de resolución en el caso de varias candidaturas de un mismo bando. Siempre he apoyado su realización.
Lo cierto es que en esta ocasión, he expresado mi desacuerdo con la realización de las Primarias. De hecho, me abstuve de asistir a votar.
La convocatoria de elecciones regionales en Venezuela se presenta tardía y con enormes obstáculos. La oposición organizada en la MUD decidió participar en ellas. Su forma de aceptación y su política comunicacional con relación a la gente no ha podido ser más infeliz.
Es lamentable que tendencias contradictorias internas se hicieran presentes y no posibilitaran un pronunciamiento convincente.
Pero además, estas elecciones están muy lejos de ser unas elecciones normales. No son unas elecciones en democracia. Son unas elecciones en dictadura. Y eso, las hace totalmente diferentes.
Porque no se trata solamente de los obstáculos colocados por el régimen, algunos de los cuales estamos ya acostumbrados. Son las falsas expectativas que se van tejiendo aun teniendo los mejores resultados electorales.
De tal manera que representa para mi un error de parte de la dirigencia opositora intentar convertir estas elecciones en una fiesta electoral, tal cual tendría que ser el ‘deber ser’ en condiciones democráticas normales.
Convocar unas Primarias en este ambiente desdibuja de una forma importante lo que es el fondo de la lucha que estamos librando. Que no consiste en lograr unas Gobernaciones, o unas Alcaldías, o unos Consejos Legislativos.
El objetivo debe ser, es y será, y no puede ser otro que el desalojo del poder a Maduro y a toda su banda de criminales que lo acompañan para dar paso de nuevo a la democracia y a la reconstrucción del país.
Tomada la decisión de participar en las Regionales, la oposición lo que ha debido hacer es escoger ya sea por encuestas o por consenso, los candidatos.
Varios de estos candidatos ya sabemos que, a gusto del régimen, serán inhabilitados. Otros, en caso de ganar y asumir sus cargos, serán virtualmente sustituidos en sus funciones o despojados de recursos y autoridad.
En todo esto… ¿hay algo que celebrar? ¿Acaso estamos en democracia de nuevo? ¿En paz de nuevo? Por favor…
Si se tomó la decisión de asistir a las regionales, no es para cumplir la famosa consigna de “ocupar los espacios”. Es en el fondo para no dejarle la autopista libre a la dictadura.
Es para hacérselo más difícil, y sobre todo, para cobrar el costo político derivado de las decisiones antidemocráticas y dictatoriales que indudablemente tomarán.
Las Primarias, como coincido con algunos, convirtieron el camino correcto de ir a las elecciones, en una burda pelea por una botella vacía.
Vergonzosos son los enfrentamientos que ocurrieron entre partidos de la propia Unidad en Zulia, Aragua, Amazonas, Trujillo, etc. ¡Qué buena manera de proclamar la Unidad escogieron!
Aparte de esto, también mi desacuerdo directo con los integrantes principales de la Mesa de la Unidad. Personas que se proclaman demócratas pero que dejaron dictatorialmente por fuera de estas Primarias a aspirantes independientes, porque simplemente a los Partidos “dueños” de la franquicia de la Unidad no les convenían que compitieran.
¿Es esta la “democracia” que queremos por la que el pueblo venezolano está dando una pelea heroica?
Las elecciones regionales no pueden convertirse en una feria electoral, con derroches de recursos frente a un pueblo que está hambriento. Eso es una bofetada.
Estas elecciones deben ser un espacio más de confrontación directa y corajuda con esta dictadura. Los candidatos y sus partidos deben entenderlo así, y proceder en consecuencia.
No hay que desperdiciar oportunidad ni espacio para seguirle subiendo el costo político a esta dictadura. Y muy importante: cobrárselo.
Finalmente, mi posición inicial en cuanto a ir a votar el 15 de Octubre (si es que no cambian nuevamente la fecha o las suspenden…), no varía en absoluto.
Afortunadamente, no confundo lo que son mis desacuerdos con las estrategias y comportamientos de la MUD con mi idea prístina y clara de saber quién es el enemigo a vencer. A este último, ni agua.
Me alegra constatar que, según variadas encuestas, cada vez más gente se está sumando a la idea de votar en estas elecciones. La cifra ya alcanza casi el 70%, y seguirá subiendo.
Tal como dijo Diego Arria en su acertada intervención de ayer ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas:
“No podemos dejar el campo libre a los tiranos”.