Desde hace días me devanaba los sesos tratando de identificar que tema tocaría para celebrar el hecho de haber arribado a mi artículo número 400. Quería desvincular este acontecimiento de la coyuntura política que nos arropa, nos constriñe y hasta nos esclaviza. Me faltan solo 16 artículos para cumplir 8 años escribiendo y todavía me parece que fue ayer cuando comencé a hacerlo.
Decidí tomarme la licencia de escribir sobre mí mismo, cosa que muy raras veces hago, pero como decía el filosofo español, José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia” y el hecho fundamental a quien nosotros llamamos vida, está formado por circunstancias. Cada una de esas coyunturas va moldeando pero además exigiendo respuestas de tu parte, ante cada uno de ellas. En la medida en que mas actúas en sociedad, adquieres mas herramientas para enfrentar cada circunstancia, es decir adquieres experiencia. La acumulación de esas experiencias te ayuda a forjar eso que llamamos: carácter lo que a la postre define tu personalidad.
Estoy en una etapa de mi vida en la que la reflexión ocupa un lugar muy importante y debido a ello, hoy compartiré con ustedes algunas de esas circunstancias que han ido perfilando mi vida. Hace treinta y un años, específicamente el 12 de octubre de 1985, me encontraba en la sala de espera de un hospital, acompañado por mi suegra (abuela). Caminaba de un lado a otro nervioso por el advenimiento de un nuevo ser. Me parece que fuera hoy, cuando una enfermera se me acercó con algo envuelto en sus brazos: ¡Felicidades señor, es una niña! me dijo. Yo me acerque temblando emocionado para conocer esa extraña criatura. La niña giraba la vista de un lado a otro como buscando algo y de repente, nuestras miradas se encontraron, hubo como un pase de corriente y nuestras vidas quedaron unidas positivamente para siempre.
El 31 de octubre 1989, ocurrió el nacimiento de mi hijo varón, acompañado, como siempre, por la abuela, me encontré con el médico quien ante las complicaciones del parto nos advirtió: la situación es delicada y quizás alguno de los dos no logre sobrevivir, de ser así ¿Qué decisión debo tomar? Ambos estuvimos de acuerdo en que la prioridad debía ser la madre. Afortunadamente nació el ochomesino, con todos los problemas del mundo, recuerdo que era arrugadito como si tuviera más de 100 años y pequeñito por lo que la talla 00 le quedó grande. Tuvimos que comprar un muñequito y desvestirlo para ponerle su primera ropita. Afortunadamente el “firifiri” se desarrolló exponencialmente y hoy mide 1,92 metros y pesa casi 100 kilos.
El tercer suceso que quiero resaltar es uno ingrato: la muerte de mi esposa. Una de las cosas más dolorosas que me ha tocado enfrentar en la vida y que quizás algún día lo cuente con detalle en mis memorias, porque aun hoy, a 9 años de haber ocurrido ese hecho no me siento con fuerzas para detallar todo lo que ella sufrió, mientras agonizaba y el derrumbe físico, moral que debió soportar nuestra familia a consecuencia de esa tragedia.
La circunstancia mas reciente me sucedió ayer, 20 de octubre de 2017, una criaturita pequeñita llegó para hacerme avanzar un escalón más en la escalera de la vida. Este nuevo ser me hace sentir extraño e intranquilo porque me introduce en una dimensión desconocida. “Modo Abuelo”. Me aproximé a su camita, acerqué mis labios a su carita enrojecida y le susurre al oído, como lo hacía cuando estaba en el vientre de mi hija: ¡Hola Mathías! Se ve que mi voz le pareció conocida porque a pesar del sueño intento abrir los ojos. Lo cargue y la primera impresión fue muy grata, seguiremos explorándonos, mutuamente, en los tiempos venideros, tratando de conocernos y reconocernos. Si de algo estoy seguro es de que, ese pedacito de carne, hoy tan desvalida, vino a llenar muchos vacios presentes hoy en nuestras vidas. ¡Dios te Bendiga Mathías!
*Coordinador Nacional de IPP-GENTE
@alvareznv