Basada en el Evangelio y en el magisterio Católico está compuesta por un conjunto de principios sobre la realidad social, política, económica, cultural, ecológica y de las relaciones internacionales. Las encíclicas papales recogen un conjunto de normas que van desde la justicia social, oponiéndose al fascismo, al nacismo, al comunismo, al capitalismo como materialismo, llegando hasta la protección de la verdad, las instituciones y el medio ambiente contra el calentamiento global.
Anuncia una visión integral, trascendente y liberadora del hombre y de la sociedad basada en la eminente dignidad de la persona humana y denuncia la injusticia y la violencia que de diversas maneras afectan y toman cuerpo en la vida cotidiana.
Ofrece orientaciones para la “promoción de los derechos humanos, para la tutela de la familia, para el desarrollo de instituciones políticas auténticamente democráticas y participativas, para una economía al servicio del hombre, para un nuevo orden internacional que garantice la justicia y la paz y para una actitud responsable hacia la creación”.
La Doctrina Social de la Iglesia comparte una concepción del hombre fundada en sus derechos inalienables por ser el centro de la creación. Entre sus principios están: la solidaridad, la participación, la subsidiariedad y el bien común. En este sentido la fe ilumina la dignidad del trabajo, en cuanto actividad destinada a la realización del ser humano, planteando además el amor preferencial por los pobres. Frente a la desesperanza, la opresión y el enfrentamiento estéril propone firmeza en los principios, respeto y el que seamos agentes de cambio social.
Hoy cuando se pretende imponer para siempre una hegemonía de corte marxista, habría que relanzar un movimiento en función de oponer una concepción social cristiana inspirada en Caldera, Frei y demás líderes, que hicieron posible en su época la práctica moral de estas ideas. Se trata de cambiar al gobierno para después gobernar también en base a los valores de la doctrina.