La historia triste y vergonzosa de la negociación y reestructuración de la deuda venezolana empieza a complicarse, embochincharse y peor, empastelarse. Tiene de cabeza al régimen, a cierta oposición y tenedores de bonos que negocian a placer con grosero desparpajo.
El momento histórico sigue en desarrollo, es indetenible y cada día, con mayor contundencia, pisoteando y dejando de lado liderazgos artificiales y desconectados del sentir ciudadano. Los indicadores económicos evidencian una catástrofe. El deterioro social y los salarios que trabajadores perciben como ofensivos, no garantizan una vida digna y ni podrán corregirse a base de populismo barato.
Comenzando diciembre en República Dominicana dos desprestigiadas minorías se disponen a negociar, pactar y arreglarse -sin legitimidad ni representatividad-, para dejar a por lo menos un par de generaciones de venezolanos ahogados con el aplastante fardo de una monumental deuda externa que se las han ingeniado despilfarrar, malbaratar y también desvalijar.
Harto conocido lo que sufre el venezolano día tras día, -menos enchufados, cómplices y rojas excepciones-, no hay comida, ni medicina, gas, agua, electricidad, efectivo, seguridad, y parece no importarnos, el populismo es más fuerte que la vocación, el desastre económico producto de años de irresponsabilidad, incompetencia y corrupción, en un derroche y terquedades de quienes han coincidido en ser insistentes obtusos en todo lo económico. El problema de afrontarlo: el costo político que representa ponerle fin. El hambre acecha y la crisis empeora. ¿Quienes pagan la peor parte? Los pendejos de siempre, los más débiles, humildes y pobres. El país está al límite de un abismo profundo y oscuro.
Más que un simple e irrelevante diálogo que oxigene a los comprometidos, Venezuela requiere un decisivo acuerdo nacional, que permita una transición, en el cual se tomen medidas que la magnitud de la crisis obliga y los dirigentes asuman con gallardía como verdaderos líderes y estadistas.
A lo largo de esa costosa y desastrosa equivocación, que arrasó con el bienestar familiar, la oposición se ha unido y desunido, errado con insistencia sorprendente, creado alianzas electorales sin victorias, se han mordido unos a otros y jamás han logrado siquiera un liderazgo por puntos. Sin contar la sandez y estulticia en el empeño negociador, pláticas y arreglos tapados, con la obsesiva insistencia en creer que son dueños de quienes están descontentos con el desbarajuste maduro socialista, y decidir como si fueran amos con el agravante que después cambian de idea y dejan a la gente desconcertada. Un buen ejemplo, el 16J.
Ha sido frente a esa oposición que el chavismo y madurismo se han ido adueñando del país, su producción, poderes y dineros, es delante de esos partidos opositores que públicamente tanto alardean, que el funesto socialismo venezolano y la invasión cubana, se han fortalecido.
Es la misma oposición que recibió una votación masiva para llegar con clara mayoría a la AN, arribando con proclamas y ofertas heroicas, lo único que lograron fue quitar unos cuadros. Nada más. Maduro se limitó a gobernar sin tomarlos en cuenta. Esa inutilidad, o presuntos acuerdos, los ha hecho cómplices del fracaso, complicidad agravada por aquella decisión de someterse al Gobierno y Poder Electoral que públicamente rechazaban para someterse a unas elecciones en busca de “espacios” bajo el control de la de la Asamblea Nacional Constituyente y la misma estructura que calificaban de fraudulenta, doblándose para no quebrarse, bajando la cabeza, jurando que se van a portar bien como muchacho regañado y ser operadores de lo que el Gobierno quiera.
Han negociado muchas veces, y lo harán nuevamente los primeros días de diciembre, sólo que ninguno representa siquiera a una pequeña mayoría de ciudadanos, al contrario, representan a menos de la mitad; se han apropiado indebidamente de la representación ciudadana, perdieron poder de convocatoria. El embuste de inventar reuniones previas para hablar, ya no convencen; lucen fraudulentas, dicen que oyen, pero nadie en realidad escucha lo que se negocia a puertas cerradas.
Han perdido la fe y confianza de los venezolanos, no son creíbles, se perciben mentirosos y con intereses propios, se han quedado sin legalidad popular, pero no les importa, van a reunirse para ponerse de acuerdo, entre otros detalles, en el refinanciamiento de la monstruosa deuda externa.
Dos grupos políticos que se atacan por fuera y pactan por dentro, que hace tiempo dejaron de representar a la mayoría, fracasados y falsarios han perdido toda legitimidad, dejaron de tener el compañerismo del pueblo; están aislados, encerrados en sus propios egoísmos y pequeñeces anticuadas, perjudiciales y crueles, los mismos que desperdiciaron, tergiversaron y retorcieron en errores y corrupciones, llevan años jugando al enfrentamiento en público y a la coexistencia en la oscuridad de constantes pechugones, se preparan a viajar mansos sin exigir que las tertulias se realicen en nuestro país, con el agravante de que van a hipotecarle ruinosamente la vida a los ciudadanos venezolanos de los próximos años, que deberán pagar a costa de sus propias necesidades y oportunidades una deuda inmoral y desvergonzada que sólo pocos generaron, disfrutaron, inflaron y sustrajeron. ¡No tienen derecho a comprometernos! Y si lo hacen los desconoceremos.
Se deslegitimaron como negociadores, no representan al país, no pueden negociar y convivir con un fraude como es la ANC. Quienes vayan al diálogo los alientan mezquinos intereses Esa mala clase política, populista y desfachatada es la verdadera causa de la desgracia venezolana, del país que ha tirado por la borda dos décadas de su historia.
@ArmandoMartini