“Llegaron los invitados para empezar el festín, como siempre mapurite por ser el primer violín”.
Jesús Rosas Marcano
Estamos entrampados, y aunque he convenido en atender la recomendación recibida de no improvisar con el lenguaje, ordenar bien mi vocabulario, con la obligación de planificar cada conversación, cuidaré celosamente lo que digo y lo que escucho, “pues ahora las palabras parecieran ser una enfermedad contagiosa, que no se puede hablar sin usar preservativos”. Barrera Tizska dixit.
En Quisqueya es el encuentro, diálogo o negociación (como se le quiera llamar), entre la oposición democrática venezolana y los representantes de esa cosa que sigue aposentada en Miraflores.
Las palabras se hicieron para decirlas, y ante la intolerancia de muchos que nos condenan sin fórmula de juicio, piden nuestras cabezas, ofrecen el cadalso o la hoguera, si acaso también se les ocurrirá que nos suministren cicuta en cualquier dosis, solo por ser tercos en nuestro optimismo.
Iluso, soñador o quijotesco, pero convencido estoy de que somos la mayoría que conforma la Venezuela decente, la que quiere salir de esta caverna en donde nos tienen estos pillos y malhechores, in-dignos herederos y legatarios aquel desquiciado milico golpista, ruin, mediocre y delirante que en la mala hora sembró esta pesadilla, plagada de odio y resentimiento.
Pero volvamos a la realidad. Bueno es criticar con base que sustenten nuestras opiniones, pero precisa también hacerlo en otras formas que no comporten atropellos ni insultos de ninguna índole y ser digno de pedir respeto. La forma de ser digno de pedir respeto es respetar. Y respetar las opiniones contrarias se impone, sin que ello se use como carnada para fines inconfesables ni encubrimiento de infamias.
Admito que quizá sea una trivialidad de mi parte, pero la explicación es simple, pues se debe a que siempre he sentido la necesidad compulsiva de aclarar cualquier detalle que pueda hacerme sentir alguna desazón.
Esta vez siento que debo explicar, sobre todo a mis hijos, sin eufemismos ni giros lingüísticos innecesarios, que no puedo hacer silencio ante la barbaridad cometida en contra de todo un país y sus gentes, y la amenaza que representa el ch …abismo en el poder, hoy encarnado en el sujeto de origen ignoto y toda su compañía.
No le temen tanto, quizá, a dejar el poder por la vía democrática, sino también, y en mayor medida, a los juicios a los que estarán sometidos por tantas fechorías cometidas.
Aplaudo todo esfuerzo para acabar democráticamente con todo vestigio de eso que en desgraciada hora sembró aquel a aquel golpista, enemigo de la democracia, pésimo administrador, un militarista desquiciado que acabó fragmentando con su odio a toda una sociedad.
Porque la verdad sea dicha, el chavismo nunca será un recuerdo provechoso del pasado, pero sí un letrero vigilante del porvenir.
No solo no hay motivos para glorificar al desquiciado golpista, sino que es imposible ocultar los daños de la peste chavista. No hay nada que oculte las colas de enfermos y de hambrientos; muertos por el hampa; corrupción; presos políticos, y un sin de infortunios.
Si notas alguna indignación, no hagas caso, no es contigo. Es contra el silencio, la vergonzosa mudez, la tranquilidad de la indiferencia. Ni miedo ni odio, hoy nos invade una profunda arrechera, un dejo de desesperanza, una terrible desazón.
Sin embargo, hagamos a un lado la apatía, conjuremos la desesperanza y la abulia en todas sus formas. Venezuela bien vale la pena. Ante un paisaje tan sombrío, y la desolación que arropa al país teñido de un rojo alarmante, vale la pena esperanzarse.
Hoy en mi país el desgobierno ha violado tanto la constitución, que la pobre no puede parir más. Porque si algo está podrido, además de los alimentos en los contenedores, es justamente el concepto socialista del ch … abismo.
Debemos negarnos a esa terca manía de pretender eternizarse en el poder, destruyendo lo que queda de Venezuela y desmoralizando a sus gentes. Quiero volver al país donde se asuma, sin pena ni vergüenza, que ser pobre es malo y sepamos y ojalá nos demos cuenta de lo felices que siempre somos y hemos sido a pesar de las circunstancias.
Busca la esperanza en todas tus cajas, revuelve, inventa, desocupa los refugios… toca unir los vidrios rotos, procura no asquearte.
Jesús Peñalver